En 2017, Shia LaBeouf, el joven actor protagonista de Transformers, Nymphomaniac y Borg vs. McEnroe, fue arrestado por intoxicación. Tras ello, asistió un programa de rehabilitación donde descubrió que tenía trastorno por estrés postraumático, debido a una dura infancia en el que su padre le sometió a abusos. En ese momento, escribió el guión de esta película, una autobiografía sobre la relación con su padre en su infancia y juventud.
Honey Boy narra la vida de Otis, un joven actor, en dos tiempos narrativos que se van entrelazando a lo largo de la cinta. Por un lado, seguimos a Otis, un niño de 12 años que ejerce de especialista en diversas producciones audiovisuales y que mantiene una tóxica relación con su padre, recién divorciado y sin trabajo, que intenta administrar su carrera. Por otra parte, un Otis diez años mayor se encuentra en un centro de rehabilitación lidiando con las consecuencias emocionales que le ha dejado la abusiva relación paternal.
Ambos Otis, interpretados de forma admirable por Noah Jupe (Wonder, Un lugar tranquilo) y Lucas Hedges (Manchester justo al mar, Identidad borrada), son la versión cinematográfica de la vida pasada de Shia LaBeouf, que aquí interpreta, en una decisión muy valiente, a su propio padre, de una forma admirable. De esta forma, la película puede verse como la forma terapéutica que ha encontrado el actor para superar sus demonios personales.
En cuanto a la dirección, el film está realizado por Alma Har’el, cineasta de origen israelí que hasta la fecha había filmado diversos videos musicales, piezas de videoarte y documentales (Bombay Beach y LoveTrue, que presentan ambas tres historias entrecruzadas sobre la masculinidad y el amor). En su ópera prima, ganadora del Premio Especial del Jurado en Sundance, se confirma como una realizadora a seguir, gracias a su sólido trabajo, lleno de imágenes evocadoras y a un montaje paralelo muy acertado, especialmente en el último acto.
Aunque su conflicto paternofilial ya ha sido visto de forma semejante en otras ocasiones, Honey Boy se singulariza por el sentido metacinematográfico que establece el guión de LaBeouf. El cine, el arte, como forma de superación de los traumas de nuestro pasado.