Chicuarotes es el gentilicio de los habitantes de los habitantes de San Gregorio de Atlapulco en Xochimilco. Allí, dos jovenes, el ‘Cagalera’ y el ‘Moloteco’, malviven en un contexto de pobreza, marginalidad y violencia.
En su día a día intentan ganar algo de dinero a base de pequeños atracos. Con el propósito de comprar plazas en la Comisión Federal de Electricidad y conseguir un salario de por vida que les aleje de la miseria, inician una escalada de delincuencia que tendrá trágicas consecuencias.
Chicuarotes es la segunda película como director del actor mexicano Gael García Bernal (Amores perros, Y tú mamá también, Diarios de motocicleta y No, entre otras). En su ópera prima, Déficit (2007), García Bernal retrataba la profunda desigualdad social y la corrupción política de su país, a través de la contraposición de unos jóvenes de familias adineradas con los miembros de su servicio doméstico. En cambio, en esta ocasión, vuelve su mirada hacia los jóvenes que crecen en un contexto de abusos y falta de oportunidades.
El film, enormemente crudo, muestra las múltiples caras de una violencia sistémica y las consecuencias que ésta tiene en el desarrollo juvenil. Las agresiones puntúan el guión escrito por Augusto Mendoza que no evita caer en los lugares comunes con los que se ha representado tradicionalmente a la pobreza.
Además, a medida que se desarrolla la cinta, la acción se vuelve más precipitada y forzada. Sin embargo, Chicuarotes supone una buena propuesta gracias a la forma explícita, sin concesiones, de mostrar la violencia que subyace en cada rincón de la vida de sus personajes, y a las interpretaciones ajustadas de los jóvenes intérpretes principales. En este sentido, se nota el buen hacer en la dirección actoral de García Bernal.
En conclusión, Chicuarotes es un apreciable drama sobre el mundo marginal de México, realizado con la personal mirada de un artista sensible y cercano a la realidad social de su país.