Tras terminármelo, me pongo a lavar los cacharros porque, ¡sorpresa!, yo soy el friegaplatos oficial de esta casa. Lo único que me consuela de tener que enjuagar cada plato, cubierto y demás cosas que se han usado para la cena es que me puedo poner mis cascos a todo volumen y dejarme ir durante varios minutos. Empiezo a pensar que he tenido bastante suerte de que Álex me haya recogido y me haya acercado. Si hubiera tenido que coger el metro, me habría acabado calado hasta los huesos. Y no hablemos del trayecto entre la boca de metro y la puerta de casa. Ni mi ordenador ni mis apuntes habrían sobrevivido.
Tendré que agradecerle a Mora su gesto de buena fe. Ha sido bastante considerado…
No me puedo creer que haya pensado, por un solo momento, que Álex Mora es buen tipo. Después de lo que me hizo en el pasado, ¿cómo he podido subirme en su coche? ¿Cómo no le he arrancado la cabeza cuando se ha puesto chulito conmigo? ¿Cómo he podido siquiera dirigirle la palabra? Todos esos años intentando hacerme fuerte para, cuando lo volviera a ver, lo aniquilase por completo. Y va el momento de la verdad y no hago otra cosa que gruñirle como si fuera un perro.Saúl, ¿qué coño te pasa? Supongo que será porque el día ha sido una auténtica mierda, en general. Y que necesito dormir. Y eso hago. Me lavo los dientes, preparo las cosas para mañana y me pongo a leer un rato tumbado en la cama hasta que bostezo. Dejo el libro sobre mi mesita de noche, y apago las luces antes de meterme en el sobre. No tardo mucho más en quedarme dormido.
