Clouds es una historia real basada en la historia de Zach Sobiech en la que descubre que el cáncer que sufre se ha extendido y su vida llegará a su fin en pocos meses. Es entonces cuando decide vivir al máximo y hacer realidad esos deseos que creía que no le iba a dar tiempo a cumplir como por ejemplo la música.
El reparto es uno de los factores que hacen que la película funcione. La conexión entre los personajes hace la trama verosímil, y hace que llegue al espectador. El protagonista Fin Argus, Sabrina Carpenter y Madison Iseman llevan todo el peso del film y sus trabajos actorales son excelentes.
Decide vivir al máximo y hacer realidad esos deseos que creía que no iba a dar tiempo a cumplir
En la primera mitad de la película se explica como sufre la enfermedad tanto él cómo su entorno. De hecho, se explica de una manera poco frecuente y no como se suele ver en las películas dramáticas sobre adolescentes con enfermedades crónicas. Es decir, en todo momento se deja a un lado el dramatismo y la pena hacia ese personaje, Zach, para visibilizar esos momentos que al final son los que le dan valor a la vida, como los amigos, el primer amor, o incluso un recital del colegio. Zach no es el pobre enfermo al que se le tiene que tratar diferente, o de manera especial.
Tanto su mejor amiga Sammy (Sabrina Carpenter) como su novia Amy (Madison Iseman) tratan la enfermedad de la manera más natural y con una madurez propia de los adultos. Zach también tiene esa actitud, y es un factor diferenciador a la hora de desarrollar la trama ya bastante utilizada anteriormente.
En este punto de la película una escena refleja a la perfección a lo que se tiene que enfrentar cada día tanto él cómo su familia. Zach se mira al espejo sonriendo y enseguida esa felicidad pasa a ser una cara triste. Aunque viva al máximo su final está escrito antes de lo deseado.
A partir de la segunda mitad de la película, el drama destruye todo aquello positivo que se había visto hasta el momento. Zach comienza a ser ese chico enfermo, “rarito”, o especial del cual sentir pena. Las conversaciones se vuelven monótonas sobre el tema de la enfermedad, y la emotividad se vuelve muy artificial y empalagosa. Cae en los tópicos de los dramas adolescentes en que el protagonista está enfermo. Triunfar en la música se vuelve un sueño que cumplir, y aunque lo consigue, va más allá. Zach Sobiech quiere ser una historia que contar, quiere dejar un testimonio en forma de canciones para el futuro, y quiere agradecer a su entorno a través de la música.
Es una película con una clara intención de diferenciarse del resto del mismo género, y que en un principio atrapa, te crees la historia e incluso te hace formar parte de ella, pero a medida que pasa vuelven a aparecer tópicos que hacen de esta una película más.