¿Cómo está siendo el recibimiento del disco con tu público?
Pues feliz, obviamente. Después de la pandemia, recuperar esos encuentros me ha hecho muy feliz, pero además, hablando con colegas de profesión, me he dado cuenta de que tengo un público espectacular en todos los sentidos. Es gente muy respetuosa, si pido un silencio, porque lo necesito, la sala se queda muda, se saben todas las canciones de pe a pa.
El otro día actué en Bilbao junto a uno de mis mejores amigos y me pareció precioso. Muchas veces a los teloneros no se les hace ni caso, y ver una sala de seiscientas personas atentas para escucharle y aplaudirle, pensé, “si he conseguido esto no podría ser más feliz“.
“Oigo mi corazón latir”
¿Has aprendido a llorar de felicidad?
Sí, obviamente. He llorado mucho de felicidad, lloro mucho, pero en los conciertos se me escapa alguna lágrima y reflexionar, qué feliz soy al sentir todo esto.
¿En el momento antes de soltar la primera nota en un concierto, en qué piensas?
Lo que me pasa en ese instante es que me oigo mi corazón latir. ¿Sabes cuando estás en la cama a solas y te notas el corazón? Pues cuando mis músicos han salido, escucho el bum bum.
No soy una persona que se ponga nerviosa, de hecho disfruto mucho estar sobre los escenarios y mi cabeza me empuja y me dice, “¡Adisfrutar!“.
¿Qué crees que has podido aportar para los artistas que han querido participar en tu disco?
El otro día lo hablaba con David o Rozalén, creo que como son personas que llevan mucho tiempo en la música, creo que les he contagiado esa ilusión que siente un músico cuando empieza su carrera. El hacer por amor, no pensando en que funcione esa música. No hay que olvidar el porqué lo hacemos sin importar en el resultado.
