Dirigida por Jennifer Kaytin Robinson, conocida por sus comedias románticas y por firmar el guion de Thor: Love and Thunder, llega a nuestras pantallas la nueva “recuela” de Sé lo que hicisteis el último verano (1997), aquel icónico slasher adolescente que intentó, con más o menos éxito, subirse a la ola iniciada por Scream.
Esta nueva entrega retoma la fórmula original sin apenas alteraciones: cinco amigos se ven envueltos en un accidente que deciden ocultar. Un año después, una nota misteriosa los amenaza: alguien sabe lo que hicieron el verano anterior. A partir de ahí, comienza una cadena de asesinatos perpetrados por el ya clásico “pescador sanguinario”, con su garfio y su chubasquero como carta de presentación.
¿Recuela o remake encubierto?
El argumento es prácticamente un calco de la película original. Y es que, cuando algo funcionó en su momento, Hollywood a menudo opta por no tocar nada. El problema es que, como ya ocurrió entonces, Sé lo que hicisteis el último verano sigue a rebufo de Scream. Pero mientras la saga de Ghostface ha sabido reinventarse a lo largo de sus entregas más recientes, aquí la apuesta por el reciclaje resulta decepcionante.

Sí, hay nostalgia: regresan Jennifer Love Hewitt y Freddie Prinze Jr., la acción vuelve a la misma localidad, e incluso se homenajea de forma muy directa a Sarah Michelle Gellar. Pero nada de eso salva una película que, lejos de actualizarse, se limita a repetir el pasado sin aportarle chispa.
Slasher en piloto automático

El slasher es un subgénero con códigos muy definidos, sí, pero eso no justifica una ejecución tan perezosa. Esta nueva entrega carece del ritmo, la tensión y, sobre todo, de la creatividad visual que el público espera. Los asesinatos —punto fuerte de cualquier slasher que se precie— ocurren casi fuera de cámara, sin ingenio ni carga gore destacable.
El resultado es una cinta descafeinada, con un reparto joven y fotogénico que cumple sin destacar, y con un giro final que no sorprende lo suficiente como para justificar la hora y media de metraje. Ni siquiera la escena postcréditos, que arranca una tímida sonrisa, logra dejar poso.
Conclusión: no basta con tirar de nostalgia

Si esta película pretendía ser el inicio de una nueva saga al estilo de Scream, el punto de partida es débil. Le falta ambición, nervio y una visión renovada que justifique su existencia más allá del guiño al espectador veterano.
Porque el slasher puede ser simple, sí, pero nunca debería ser tan previsible ni tan cobarde.