-Bueno, os suelen gustar los sitios de siempre, como el baño, los vestuarios, y no soléis innovar o explorar. Además, vuestro instituto, antiguamente funcionaba como hotel. De esta manera, nadie sospecharía de lo que se esconde en sus niveles inferiores. Lo que viene siendo una tapadera perfecta. Pero con los años, se ha ido reformando, pero nunca se llegó a tocar la parte de los sótanos. Esta, como puedes apreciar, sigue siendo intacta. Una vez le pregunté al profesor sobre el porqué seguía existiendo este sótano, su respuesta fue que hay cosas que mejor dejar como están. Supongo que se refería al valor histórico que tiene este lugar. – me senté en una silla, de repente sintiéndome muy pequeña.
-Pero no te preocupes, si te hace sentir mejor, dejaré que le cuentes al mundo que lo has descubierto tú. – centré mi mirada sobre él, se estaba quitando la ropa. Sufrí un cortocircuito.
– ¿Se puede saber qué haces?
-Bueno, mi intención es bañarme.
-Estás loco.
Se quitó la camisa y dejó que viera ese maldito cuerpo. No era como Alex, puro músculo, un Apolo encarnado. Era diferente. Estaba bien definido, sin marcar en exceso nada. Varias líneas dibujaban una tableta poco visible. Otras acentuaban la uve de sus caderas. Me resultó tan sexy, que la ropa empezó a agobiarme. Necesitaba aire frío, eso, o esa piscina que no paraba de tentarme. Era un ángel oscuro, o quizás la encarnación del diablo, no lo sé, pero no presagiaba nada bueno.
-Puedes meterte conmigo, o seguir mirándome. Aunque, he de advertirte que no hay ninguna fregona para recoger la baba que se te cae. – dicho eso, río y saltó al agua.
Me puse roja, y no sólo en las mejillas. Sentí que había entrado en una hoguera, puesto que ardía de pies a cabeza.
-Idiota-le grité.
