-Puedo preguntarte algo, sin parecer descortés y un imbécil.
Dirigió su atención a mí y a la escasa distancia que nos separaba. Un par de centímetros de gruesa piedra.
-Si claro.
-No recuerdo tu nombre.
Estalló en carcajadas. Diría que se lo esperaba.
-Enzo.
-Disculpa mi mala memoria Enzo, yo soy…
-Gonzalo.
-Sí, exacto. Veo que a diferencia de mí, tienes mejor memoria, y eso que hubo alcohol de por medio, y …-dejé que la última palabra quedara en el aire sin se pronunciada. Lo traté fatal la otra noche, y encima ni me acordaba de su nombre. Muy bien Gonzalo, lo único que vas a conseguir es espantarle.
-Bueno, gracias por la comida, Gonzalo.
– ¿No te quieres quedar?, a ver una película, o nadar.
Estaba como medio nervioso. Apenas conocía al tío, pero me gustaba, no gustar es demasiado, me atraía, y no me refiero sexualmente. Aunque eso también.
– ¿Nadar?
-Sí, en la piscina, tengo una piscina climatizada.
-Claro, era de esperar.
Di un paso hacia él, pero cambié de idea. Recogí su plato y fui a dejarlo en el lavabo. Noté su respiración en el cuello. No quise girarme por temor a que desapareciera. Me besó el cuello despacio, y con una mano fue desatándome la bata. Gemí. Bajó la mano despacio, y rodeo mí ya visible erección.
Agarré con fuerza la encimera, puesto que me iba desvanecer en cuestión de segundos. Pero paró. Su cálida respiración me puso la piel de gallina cuando me susurró.
-Gracias por el sushi.
Y se marchó. El con la tripa llena, y yo con una erección que me iba a costar lo suyo bajarla.
