Barcelona estrena un espacio único dedicado en exclusiva a un postre tan autóctono y querido como la crema catalana. Se trata de Sucre Cremat, un local abierto este verano en el número 2 de la calle Canvis Vells, a un paso de Santa Maria del Mar. “Para mí es como volver a casa”, confiesa Sofía Fortuna, su fundadora, de origen portugués pero catalana de adopción, que junto a su pareja Mario Quintero ha dado vida a este proyecto.
El lugar no solo recupera un dulce con siglos de historia, sino que lo reinventa (con mucho tacto y ligeramente) en un formato moderno y pensado para llevar. La inspiración nace siempre del respeto a una tradición muy cuidada por la población local. Sofía Fortuna buscó ese postre capaz de identificar a Barcelona para quien la visite por primera vez. Su razonamiento fue tan simple como lógico: “Si en Italia hay locales que venden solo tiramisú, en Portugal pastéis de Belém… ¿qué hay en Barcelona?”.

Sucre Cremat abrió sus puertas en julio de 2025, en la misma esquina donde confluyen los pasos de quienes bajan por Via Laietana hacia el Pla de Palau. Allí donde antes hubo una heladería, hoy brilla el fuego que acaricia el azúcar y lo convierte en caramelo. El chisporroteo de las llamas, el perfume a canela y limón, y el crujido de la capa dorada se han vuelto parte del paisaje del Born.
El local, pequeño, pero vibrante, ha conquistado tanto a turistas curiosos como a barceloneses que reconocen en cada cucharada el eco de la memoria familiar. Más que un postre, Sucre Cremat rescata un ritual heredado de padres a hijos y lo viste con un formato moderno, que mantiene intacta la esencia de la tradición.
Una carta breve, directa y sin distracciones
El concepto de Sucre Cremat es tan sencillo como contundente: aquí solo se sirven terrinas de crema catalana para llevar, de 150 ml a un precio de 5 euros. Un producto icónico que se puede saborear en el mismo momento, con el azúcar recién quemado y esa textura crujiente que invade las calles del Born con aroma a caramelo.

A la propuesta principal se suman pequeños acompañamientos seleccionados con mimo, como carquinyolis de la casa El Cobo, cafés de especialidad de Cafès La Finca o sets de regalo elaborados con cerámica Regàs de Sant Celoni. Todo con un denominador común: el producto local.
Una receta fiel a la tradición pero con sello propio
La crema catalana que Sofía y Mario sirven en Sucre Cremat es el resultado de años de trabajo en hostelería y de un profundo respeto por la tradición. “Queríamos que nuestra receta tuviera menos azúcar, que fuera ligera, pero al mismo tiempo intensa en el paladar, con un gusto marcado a limón y canela”, explica Sofía.

El resultado es un postre refinado, que recupera la esencia del recetario clásico, pero se adapta a los gustos contemporáneos. Una experiencia sensorial completa gracias a la combinación de la cremosidad de la base y el crujir del azúcar quemado al instante.
Merchandising y colaboraciones locales
Más allá de la crema, Sucre Cremat quiere posicionarse como un escaparate de la artesanía y los sabores locales. Su merchandising busca alianzas con empresas autóctonas: el set de cerámicas que acompaña las terrinas, por ejemplo, procede de la histórica cerámica catalana Regàs, y en Navidad incorporarán también turrones artesanos para enriquecer la experiencia de quienes buscan un detalle auténtico para regalar.

Además, han iniciado una colaboración con la heladería DelaCrem, uno de los templos del helado artesanal en Barcelona. Esta unión permitirá explorar nuevas sinergias y reinterpretaciones de la crema catalana. “Nos gusta pensar que quien entre aquí se llevará no solo un postre, sino un pedacito de cultura catalana”, afirma Sofía.
La historia de un postre eterno
La crema catalana no es solo un dulce: es una receta con siglos de vida que aparece ya en el Llibre de Sent Soví del siglo XIV, uno de los recetarios medievales más importantes de Europa. En aquel entonces se hablaba de una crema espesa de leche y yema aromatizada con canela, una fórmula que ha evolucionado sin perder su esencia.



La tradición oral atribuye su origen a unas monjas que improvisaron un flan mal cuajado añadiéndole azúcar quemado en la superficie, dando lugar al nombre de “crema, crema” que habría exclamado un obispo al probarla.
No es hasta el siglo XVIII cuando la “crema de Sant Josep” se consolida como postre típico de la festividad del 19 de marzo y se incorpora el elemento que la hace única: el azúcar crepitante, que al romperse con la cuchara regala una experiencia tan sencilla como inolvidable.
Hoy, en pleno siglo XXI, Sucre Cremat la rescata de los recetarios familiares y la trae de vuelta a las calles de Barcelona, lista para convertirse en el equivalente catalán de los Pastéis de Belém lisboetas: un sabor que ningún visitante debería dejar pasar.