LEX es un artista madrileño que se constantemente dialoga entre el pop internacional y las sonoridades afrolatinas en sus composiciones. Su música cuenta con influencias que abarcan desde el soul, el funk, el rock americano/británico de los 70 y la música disco de los 80, hasta el hip‑hop y el trap melódico. Conversamos con él sobre identidad, emoción, escena musical y su último disco llamado “Sugar Free”.
LEX, ¿cómo empiezas tú en esto de la música?
Desde muy pequeño, la música era mi forma de entender el mundo. En casa siempre había una mezcla de sonidos: flamenco, rock clásico, ritmos urbanos… Pero lo que realmente me enganchó fue empezar a escribir lo que sentía. Al principio eran diarios personales convertidos en letras, muy crudas, muy viscerales. No tengo formación académica, pero he aprendido a base de equivocarme y volver a intentarlo. Cuando vi que podía transformar esas emociones en canción, supe que era el camino.
«Me enganchó fue empezar a escribir lo que sentía»
Tu música suena muy emocional. ¿De dónde viene esa necesidad de contar desde el dolor?
Porque no puedo hacer música si no hay honestidad. Cada nota nace de un lugar sincero. Si no lo saco, me quema por dentro. Cuando termino una canción, a veces siento haber expulsado algo tóxico, como si me hubiera liberado de un peso. Y luego, ver que alguien se identifica y no se siente solo, convierte ese dolor en algo hermoso.

En tus letras hay introspección y crítica social. ¿Cómo equilibras ambas?
Creo que lo personal es político. Cuando escribes sobre salud mental, identidad o vulnerabilidad, estás reflejando realidades colectivas. Hablo desde la experiencia, no desde la teoría. Y aunque hay rabia, también hay esperanza. No es un lamento constante: intento mantener siempre una luz que invite a seguir adelante.
¿Qué papel juega el idioma en tu música?
Me siento cómodo componiendo en español, pero con una mentalidad global. Siempre me ha gustado la mezcla, esa mirada sin fronteras. El idioma es solo el vehículo; lo importante es el mensaje y la sensación que genera.
«El idioma es solo el vehículo»
El nuevo disco se llama Sugar Free (Sin Azúcar Añadido). ¿Qué querías transmitir con ese título?
El título resume bien el concepto: nada artificial. Aquí está todo tal cual lo sentí, sin filtros, sin endulzantes superfluos. Quería que cada canción fuera honesta, con sabor intenso, sin concesiones. Si te lo llevas a casa, sabes exactamente lo que hay dentro.
Has trabajado con ritmos caribeños, funk y soul. ¿Qué te atrae de esa fusión?
Me apasiona la mezcla de estilos. Creo que la globalización musical es una oportunidad: podemos fusionar sonidos que sienten de forma natural. El merengue, la bachata, el funk, el soul… todo tiene una energía especial que me conecta. Y luego lo mezclo con mi guitarra eléctrica para darle identidad propia.
¿Qué ha supuesto para ti formar parte de la Academia Latina de la Grabación y optar a un Grammy?
Una gran responsabilidad y un reconocimiento. Es una validación de que lo que hago no solo me llena, sino que trasciende mi círculo. Me anima a seguir explorando y a cultivar un trabajo serio y coherente.
«Sugra free» porque es música sin artificios
¿Cómo ha sido tu relación con las redes sociales y el streaming en tu proceso creativo?
Son herramientas útiles, pero no determinantes. Al principio ayudan a difundir tu mensaje, a conectar con gente. Pero estoy convencido de que lo que perdura es la calidad del contenido, no la viralidad momentánea. Por eso siempre busco equilibrio entre lo orgánico y lo digital.
¿Alguna canción del disco destaca por su carga emocional especial?
“La Muñequita” tiene un lugar muy personal. Habla de esa amiga colombiana que me inspiró, de la admiración, del cariño puro. Tiene bolero, guitarras melancólicas… es una balada que mezcla ternura y honor. También “Colombiana” es un homenaje lleno de ritmo y color, pensado para mover corazones y caderas al mismo tiempo.
¿Qué referentes influyen en tu estilo?
Vengo de escuchar mucho funk, soul, pop ochentero, y también hip‑hop limpio. Referentes como Descemer Bueno, Ana Mena, India Martínez… todos ellos me han enseñado cómo combinar la emoción con la técnica. Pero también admiro a músicos más globales, desde Stevie Wonder hasta Kendrick Lamar. Intento beber de lo mejor sin perder mi sello personal.
«Pasar de grabar en casa a estar en Abbey Road o Sony implica un nivel de exigencia mayor»
¿Cómo ha sido la profesionalización de tu carrera?
Ha sido un camino de transición progresiva. Pasar de grabar en casa a estar en Abbey Road o Sony implica un nivel de exigencia mayor. Pero nunca he perdido la esencia; sigo componiendo desde lo visceral. Ahora solo tengo herramientas para pulirlo mejor, para expresarlo con mayor precisión.

¿Qué esperas del futuro de LEX?
Seguridad en mi propia voz, más fusión, más riesgo. Quiero seguir explorando, pero también consolidar un camino. No me asustan las etiquetas, pero tampoco las busco. Solo quiero seguir contando historias que emocionen.
¿Algo que no sepamos y que te gustaría compartir?
Que detrás de LEX hay mucho equipo y amor. Hay personas que no salen en escena pero que están en cada verso, cada arreglo, cada gira. Y que, al final, aunque parezca una aventura solitaria, es una experiencia compartida.