La banda catalana FADES, formada por Àngel Exojo, Vicenç Calafell y Ferran Pi, irrumpe con fuerza en la escena queer‑pop. Este colectivo mallorquín publicó en 2024 su segundo álbum, Metallix, una obra vibrante que fusiona sonidos electrónicos, hiperpop y letras reivindicativas.
Esta semana participan en el Pride Barcelona 2025, actuando el jueves 17 de julio en Plaça Universitat como parte de una programación repleta de activismo y visibilidad. Con su estética teatral y mensaje firme, FADES propone una entrevista donde explorar su viaje artístico y social.


Felicidades por el disco. Me he dado cuenta de que la sexualidad es un tema muy presente en vuestras letras.
Ferran Pi: Para nosotros, hablar de sexualidad no es solo una cuestión estética ni provocadora: es política, es una herramienta de visibilidad, y también una forma de mostrar vulnerabilidad. Venimos de un colectivo que históricamente ha sido censurado, señalado y violentado precisamente por cómo ama, por cómo desea. Y aún hoy, hay muchas capas de represión —algunas muy visibles, otras más sutiles— que siguen activas.
En nuestra música no escondemos eso: lo abrazamos. Nos parece que hablar de sexo, de deseo, desde nuestras corporalidades y miradas disidentes, es una forma de decir «aquí estamos», sin complejos. Además, es un tema que, artísticamente, da mucho juego: tiene fuerza, tensión, contradicción, belleza. Y todo eso nos interesa muchísimo.




Vicenç Calafell: Exacto. Y es curioso ver cómo en otros idiomas —como el inglés, o incluso el castellano— es mucho más común hablar de sexualidad sin tapujos. Es parte del lenguaje pop global. Pero en catalán, aún hay muchos temas que parecen tabú, como si el idioma solo sirviera para hablar de política, naturaleza o tradición.
Nosotros hemos querido romper eso. Hay una parte del discurso catalanista que se aferra a lo conservador como forma de preservar una cultura, pero creemos que una cultura viva es una cultura que se transforma, que se contamina, que se mezcla. Hablar de sexo en catalán también es hacer que la lengua respire, que sea más libre.
«Creemos que una cultura viva es una cultura que se transforma»
¿Por qué creéis que cuando un artista canta sobre sexo en catalán, a menudo lo hace en castellano?
Ferran: Es una cuestión de inseguridad colectiva. El catalán ha estado históricamente minorizado, y eso ha generado una especie de complejo: se piensa que no es válido para ciertos registros. El pop, el reguetón, lo sexy, lo explícito… todo eso parecía que solo podía hacerse en castellano o inglés. Pero eso es un mito.
A nosotros nos interesa desmontar esos esquemas desde dentro, porque no queremos resignarnos a que el catalán quede relegado a lo institucional o lo tradicional. Queremos usarlo con libertad, con desparpajo, con descaro. Queremos demostrar que puede sonar igual de moderno, de urbano, de provocador. Porque lo es. Solo hay que atreverse.
Una cosa que me flipa del disco es cómo integráis la tradición. Por ejemplo, la “moreneta” distorsionada. ¿Cómo habéis jugado con el folclore catalán?
Ferran: Nosotros venimos de estudiar filología catalana, y eso hace que tengamos una relación muy íntima con la tradición. La conocemos bien, no como algo lejano, sino como algo que forma parte de nuestro día a día. Lo que pasa es que mucha gente piensa que venimos a romper con todo, a destruirlo. Y en realidad, lo que hacemos es lo contrario: lo reapropiamos, lo remezclamos, lo resignificamos.



Nos encanta meter guiños a elementos tradicionales como la Moreneta, grupos antiguos, versos conocidos… pero siempre desde una óptica queer, actual, a veces incluso paródica. Nos mueve un deseo de conectar pasado y presente, de generar un diálogo que no sea estático. Queremos que la cultura catalana respire a través de nuevos códigos estéticos y musicales.
Vicenç: Para nosotros, la tradición no es un museo, es un campo de juego. Y ese juego es intertextual: cogemos símbolos, frases, sonidos, y los traemos a nuestro universo. Desde Ramon Llull hasta María del Mar Bonet, desde el folklore rural hasta el dancehall. Nos gusta ese contraste. Nos gusta que alguien escuche una canción y diga: «esto me suena, pero no lo reconozco del todo». Y en parte es eso: catalanidad transformada, travestida, mutante. Y todo eso lo hacemos con mucho amor, no desde el desprecio. De hecho, creo que pocas personas se han acercado con tanto respeto y conocimiento a la tradición como nosotros. Lo que pasa es que lo hacemos desde otro ángulo, más libre, más subversivo. Y eso a veces incómoda.
«Ser mamarracha para nosotros es una declaración de intenciones»
Utilizáis palabras como “mamarratxa” para describiros. ¿Por qué?
Vicenç: En parte es por reapropiación. Es una palabra que tradicionalmente se ha usado para ridiculizar, para señalar a quien se sale de la norma. Y eso, en el mundo queer, es muy común. Pero también hay una reivindicación del exceso, del drama, de lo kitsch. Ser «mamarracha» para nosotros es una declaración de intenciones: no queremos pasar desapercibidos. Queremos provocar, hacer ruido, incomodar si hace falta. Y además es divertido. Nos lo tomamos con humor, con ironía, con ganas de jugar.



Ferran: Totalmente. Muchas veces se nos ha llamado “maricones”, “locas”, “reinas”… y lo que hemos hecho ha sido decir: vale, pues sí, lo somos. Y a mucha honra. Nos apropiamos de esas palabras y las convertimos en algo poderoso. En lugar de esquivarlas, las ponemos en el centro. Porque cuando tú te nombras con orgullo, desactivas el insulto. Y eso tiene mucha fuerza, no solo para nosotros, sino también para quien nos escucha.
¿Cuál era la idea detrás del concepto de Metàl·lics? ¿Hay una historia o un hilo conductor?
Ferran: Más que contar una historia con inicio y final, lo que queríamos era crear un mundo. Un universo propio. El disco es como una especie de imaginario metalizado que gira en torno a la transformación. Nos inspiramos en las Winx, unas hadas de dibujos animados que cambian de forma y tienen fases llamadas “metalix”, “sirenix”… Nosotras también nos hemos transformado, no solo artísticamente, sino personalmente. Hemos crecido, nos hemos profesionalizado, nos hemos empoderado. El metal representa esa fuerza, esa coraza, esa identidad queer que se construye con piezas duras, brillantes, resistentes. Por eso el disco no sigue una historia lineal, sino que es como una colección de momentos dentro de ese universo.
«Nosotras también nos hemos transformado»
Vicenç: También queríamos jugar con los géneros: el musical, el sexual, el identitario. Hay canciones que mezclan cosas imposibles, como folklore catalán con funk brasileño o happy hardcore con city pop japonés. Todo eso nos permite cuestionar las etiquetas y mostrar que el género, en todos los sentidos, es una construcción. Y se puede romper, remezclar, desbordar.
Habéis hecho el salto a la profesionalización. ¿Cómo lo habéis vivido?
Vicenç: Ha sido progresivo, pero también muy natural. Seguimos siendo las mismas tres “mamarratxas” que empezaron en su habitación con un micro prestado. Lo que ha cambiado es el nivel de compromiso, de calidad, de exigencia. Ahora nos lo tomamos muy en serio, y eso también implica aprender a gestionar inseguridades, presiones externas y mucha exposición. Pero como somos tres, nos apoyamos mucho. Cuando una se tambalea, las otras dos sostienen. Es una fuerza muy bonita.
Ferran: Hemos tenido la suerte de vivirlo con mucha cohesión interna. Nuestra dinámica es muy simbiótica. Nos entendemos con una mirada, componemos de forma muy orgánica, y lo que antes era una fantasía ahora empieza a consolidarse. Pero nunca perdemos la esencia: la broma, el juego, la disidencia. Profesionalizarse no significa volverse serios o aburridos. Significa afilar más las herramientas con las que jugamos.



¿Cómo gestionáis el proceso creativo entre los tres?
Ferran: Es sorprendentemente sencillo. Hemos creado una especie de “voz común”. Cuando componemos juntas, no es Ferran escribiendo con Vicenç y Àngel corrigiendo. Es una energía compartida que fluye. Si hiciera una canción solo en casa, sonaría totalmente distinta. Pero cuando estamos les tres, surge algo especial. Y lo más curioso es que nuestras canciones se componen rápido, de forma muy natural. Luego ya viene el trabajo técnico, los arreglos… pero la idea nace de una forma muy libre.
Vicenç: Además, nos conocemos tanto que sabemos cuándo algo encaja. Y aunque cada une tenga su estilo o sensibilidad, todas aportamos desde un lugar de respeto y cariño. No hay egos. O si los hay, los disolvemos rápido.
El autotune genera mucho debate. ¿Qué opináis?
Ferran: El autotune tiene una carga política. Es antiacademicista, cuestiona la idea tradicional de que para ser artista tienes que tener una voz perfecta, una formación clásica. Democratiza el arte, abre puertas. Y eso molesta a quien defiende estructuras antiguas. A nosotras nos permite jugar, transformar la voz, convertirla en un instrumento más. Y lo usamos con conciencia estética y conceptual.
Vicenç: Además, nunca hemos dicho que cantamos “bien”. Pero sí que hacemos cosas divertidas, emocionantes, honestas. Somos performers. Y lo importante para nosotras no es la perfección vocal, sino el mensaje, la energía, la propuesta.
«El autotune tiene una carga política»
¿Alguna canción vuestra ha sido malinterpretada?
Ferran: Muchas. Por ejemplo, Faraona, nuestra primera canción, es una crítica a la forma en que se nos llama “reinonas” o “divas” como forma de no decir “maricones”. La canción dice: “si tú quieres decir maricona, dilo”. Es una invitación a dejar de disfrazar el insulto y reapropiarlo desde el orgullo. Pero mucha gente se quedó solo en el tono irónico o en el estribillo pegadizo.
Vicenç: Lo mismo con Lollipop. Puede parecer una canción pop sin más, pero es profundamente política. Habla de salir del armario —literalmente, porque grabamos dentro de un armario— y presentarte al mundo con brillo, con fuerza, con descaro. Es una celebración, pero también una reivindicación de todas las veces que nos ocultaron.
¿Cómo veis el futuro de FADES?
Ferran: Lo vemos como un campo abierto, lleno de posibilidades. Estamos preparando el próximo proyecto desde hace más de un año, y va a ser una evolución. Más recursos, más ideas, más riesgo. Pero sin perder la raíz. No queremos tener techo. Queremos jugar más, provocar más, emocionar más.
Vicenç: Seguiremos explorando el camp, el humor, el ridículo, el exceso. Porque creemos que ahí hay verdad. Y porque, al final, si no es divertido, no tiene sentido. Nuestro objetivo es llegar más lejos, sí. Pero también cuidar lo que somos. Y disfrutarlo mucho.
«Estamos aquí para quedarnos»
¿Qué podéis contaros entre vosotres que no sepamos?
Ferran: Que somos familia. Literalmente, nuestras madres tienen un grupo de WhatsApp que se llama “Madres FADES”. Nos vemos cada día, compartimos todo. Esta amistad no existiría sin el grupo, y el grupo no existiría sin esta amistad. Hay una dimensión emocional muy fuerte en todo esto.
Vicenç: Y que cada una tiene su carácter. Ferran es el alma de la fiesta y el que lo consigue todo. Yo soy más prudente, más responsable. Àngel es una bomba creativa, caótica y brillante. Somos un equilibrio raro, pero funciona. Y eso también se nota en la música.
¿Algo más que os gustaría decir?
Ferran: Que estamos aquí para quedarnos. Que el catalán es pop. Que lo queer es cultura. Y que FADES no es solo un grupo: es una manera de estar en el mundo.
Vicenç: Y que si no sabéis dónde meternos, no pasa nada. Nosotras ya nos encargamos de abrir el espacio.