La semana pasada se estrenó en salas “Las Chicas de la Estación“, la esperadísima película que denuncia la dejadez de la protección de los menores tutelados. La película parte de una grave denuncia real de una violación en grupo a una menor tutelada en Palma de Mallorca en 2019. La película destapa también, la red de prostitución infantil al que los jóvenes y adolescentes son expuestas.
Nos encontramos con Juana Macías, directora de la película, y a su protagonista, Salua Hadra, quien interpreta el personaje de Alex.
Juana y Salua, bienvenidas en YOUNG. Empiezo contigo Juana, ¿cómo llega “Las Chicas de la Estación” a tus manos para ficcionarla y llevarla al cine?
Pues la historia llega de la realidad, o sea, delas noticia. Lo que pasa es que de desde esas noticias hasta que pienso en hacer una película, pues lo que fueron llegando fueron más noticias.
Al principio todo empezó con la violación múltiple a una chica tutelada, pero luego empezaron a aparecer otras noticias que hablaban de explotación sexual a menores en Mallorca y hablaban también de que los educadores lo sabían. La policía lo sabía, las instituciones lo sabían. Bueno, todo esto.
A mí me generó mucha indignación e incredulidad, toda una serie de emociones y poco a poco se fue dando la idea de hacer una película. Una película en la que he intentado focalizar en quién son estas chicas y en darles la oportunidad de contar esta historia desde su perspectiva, que para mí era lo que más me interesaba. Me parecía que estaban un poco siendo culpabilizadas.
Juana: “Me generó mucha indignación e incredulidad”
Salua, interpretas a Álex, ¿qué es lo que has aprendido de ella al ponerte en su piel?
¡Qué buena pregunta! La verdad es que no me habían hecho esa pregunta hasta ahora. Pues no sé de que siga siendo una luchadora, eso sí, la fuerza y la valentía.
Pero esa valentía procede a la coraza que Alex debe crear para evitar los golpes que siente apenas llegar en ese centro. ¿Cómo has trabajado ese punto en tus interpretaciones?
Personalmente, no ha sido muy difícil interpretar a Alex. Bueno, sí, sí que ha sido difícil, pero no ha sido tan difícil como a lo mejor podría haber sido para otra persona, porque yo he estado en centros de menores. He podido llegar a conectar con la situación de la niña y encontrar las fuerzas de ahí para poderla hacer.
Salua: “Pude conectar con Alex, porque ambas hemos estado en centros de menores”
Juana, ¿cómo ha sido trabajar con niños para meterlos en situaciones tan duras y explicarles lo que estaba sucediendo? Perdona, es que estoy pensando en la escena del niño junto a la piscina, que representa que lo captan para una red de pederastas. Esa escena me ha compungido el corazón.
Hay muchos niños en “Las chicas de la estación”, igual que busqué a tres protagonistas que fuesen chicas que nunca hubieran estado frente a una cámara ni experiencia para hacerla. Eso fue una decisión que buscaba encontrar esa inocencia que tienen los niños que nunca han participado en un rodaje, porque a medida que hacen de actores, pierden esa naturalidad frente a la cámara. Es cierto que eso provocaba que se les tuviera que contar muchas cosas en cada rodaje.
Trabajamos mucho en ir uno por uno, buscando que se encontrasen cómodos dentro de la escena, intentando que entendieran lo que le estaba sucediendo a su personaje en ese momento. Les pedíamos cada acción de manera muy dosificada.
Para trabajar con niños es muy importante conocerlos bien previamente, para saber si son niños inquietos o si son tímidos, para poderles ofrecer papeles más complejos o más delicados. En “Las chicas de la estación” tenemos situaciones bastante delicadas. Y hay que hablarles mucho, intentando que estuvieran, cómodos, aunque tú como espectador no te sientas cómodo.
Salua, ¿cómo fueron los rodajes de “Las chicas de la estación”, sentías pesadez interpretando los momentos más sufridos de Alex?
Depende, hay escenas que, por ejemplo, el de la comisaría me llegué a sentir siendo el personaje literalmente. Como si yo ya no existiera, como si fuese Alex la que hablaba en ese momento. En cambio, en el chalet, me sentí tranquila porque lo que tu ves frente a la cámara, en la realidad no era para nada lo que vivimos detrás de ella.
Juana: De todas formas, no ha habido muchas secuencias que requirieran repetirlas mucho y otras que no podían repetirse, o incluso tampoco se pueden ensayar mucho. O sea, es algo que tiene que suceder en el momento. Tienes que crear la situación y ver lo que pasa ahí. A esto que no se basan en una técnica, sino que es más de crear desde otra manera. Claro que ha habido momentos más delicados que requerían repetir lo justo y concentrar mucho la emoción en esos momentos. Pero al trabajar con dos cámaras a la vez, ya ayudaba a tener varias perspectivas de la misma acción y evitar repetirlo mucho más.
Salua: “Sentía entre rabia y tristeza”
Gracias por hablar de la escena de la comisaria, Salua. Creo que es la escena más importante de toda la película porque se centran mucho dolor, mucha rabia y un discurso que es brutal. ¿Qué sentiste la primera vez que lo leíste en el guion?
Sentía entre rabia y tristeza. Bueno, es que sentía muchas emociones a la vez y se me juntaba en la boca del estómago. Fue muy jodido, muy jodido. Lo leí una segunda y una tercera vez y siempre me producía la misma sensación, por lo que fue considerablemente fácil hacerla frente a la cámara.
Juana: Esa secuencia le dimos muchas vueltas en el guion, porque digamos que ahí estaba el detonante de donde había nacido un poco toda esta idea de hacer la película. Sabíamos que eso, tanto Isabel Sánchez, que es la coguionista como yo, sabíamos que eso había que contarlo y había que contarlo con detalles. Una cosa es contarlo y otra cosa es verlo, porque también lo podíamos haber planteado ver, pero al final decidimos hacer esto porque creo que es igual de impactante.
Al final estás con el punto de vista que a mí me interesa, que es ella como ella lo está viviendo y como es capaz de reflejarlo. De esta forma no entras en una línea más morbosa o más explícita. Entonces, claro, eso no, no significa que no fuera duro para ella interpretarlo, no, porque lo era, lo hubiera sido para cualquier actor o para cualquier actriz. Pero sí, fue su momento, que es evidente que es un momento importante en la película y decidimos narrarlo con detalle y desde esa primera persona un poco por eso.
Juana: “La cámara estaba con las niñas”
Es cierto que la película no cruza esa línea más morbosa de la historia, pero si algo más edulcorada, ¿qué fue lo que te preocupaba Juana como creadora de hacer esta historia?
Lo que me preocupaba era dónde tenía que poner esa línea para no pasarme, pero tampoco quedarme lejos, claro. Sabía que quería provocarte una sensación de rechazo, de incomodidad o lo que sea, pero decidir dónde partir, no es fácil.
Bueno, al final para mí lo importante es que entiendas que esa forma de mirar a esos niños está en la mirada de los abusadores y no en la mirada de la cámara, porque la cámara está con las niñas. Buscar eso no ha sido fácil, pero era uno de los puntos claves en la hora de plantear la película.
Salua, es innegable que la energía de complicidad que hay entre las tres protagonistas sobrepasa la pantalla, ¿cuánto tiempo habéis estado trabajando antes de rodar para crear esa amistad?
Pues estuvimos como unos tres meses trabajando, yendo de Madrid a Barcelona constantemente, llegamos a hacer piña, muchas risas, salir a tomar algo, muchas risas.
¿Qué no os han preguntado en una entrevista sobre ‘Las chicas de la estación’ y os gustaría añadir a esta?
Pues por ejemplo, es curioso que en esta película no me han preguntado por referencias. Referencias a nivel de: ¿cómo te planteas rodar una película así, referencias de imagen o del tono que hay que emplear?
La imagen en esta película era muy importante, no solo la música, que es muy evidente, que es muy relevante. Yo quería evitar el gris, porque el gris genera la tristeza visual.
Yo quería una película con color, quería una película con una imagen contrastada, que tuviera fuerza, porque me parecía que eso conectaba mucho con la energía de ellas, no de esta adolescencia y de esta vitalidad.
Tenía en mente una película de Andrea Arnold que se llama American Honey, que me gustaba mucho porque tiene esta cosa de que es muy cálida, pero también es una historia realmente dura. U otra sería, Florida Project, por ejemplo, que es una película que también trabaja mucho el color.
Juana: “Nos cotó mucho encontrar la canción de Kitty.110”
Es cierto que la música sí se percibe más ese cambio en la narrativa, más fácil de percibir que el color.
La elección musical ha sido un viaje también. O sea, una inmersión en música urbana en determinadas artistas. Sabía que quería una película con mucha música, con muchas canciones, porque las canciones son narrativas también, nos están contando lo que les pasa a los personajes.
Fue un buscar mucho porque había que afinar con las letras, no solo con el tono de la canción. Primero estuve trabajando en esto con Isa Sánchez, que nos hicimos un máster en música urbana.
Estuve trabajando con Aida Camprubí, que es experta en música urbana. Ya con las escenas rodadas empezamos a ver qué canciones encajaban mejor para cada momento.
La canción más difícil de encontrar fue la de Kitty.110, porque está en un momento muy importante dentro de la de la película. Para ese momento necesitaba un tono de la música y una letra concreto, y hasta que lo encontré yo creo que fue de las que más me costó.
¿Y tú Salua, qué te hubiera gustado que te preguntasen?
Lo mío puede que sea una tontería, pero nadie se ha fijado que con mi madre ficticia nos hablamos en Amasi. Pienso que nadie se ha dado cuenta de ese detalle. No sé ni cómo surgió hacerlo así.
Juana: Dentro de esa familia hay, evidentemente, dos relaciones muy diferentes: la que ella mantiene con su madre y la que ella mantiene con su padre. En la que ella mantiene con su madre, yo quería buscar alguna complicidad en la que el padre no interviniera. De ahí se me ocurrió que fuera un lenguaje, una comunicación entre ellas que al padre lo resuelve con un ataque de celos. Esa sensación de no sentirse integrado podría dar pie a entender su frustación y lo que le lleva a sentir celos de la hija.