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El Cinéfilo

Un segundo: Yimou acierta con los ingredientes, pero falla en la elaboración

Huevos, harina, aceite y levadura ¿bizcocho? Depende. Historia emotiva, premisa interesante y director reputado ¿Largometraje redondo? Más de lo mismo. Zhang Yimou establece en Un Segundo, su nuevo filme que se estrenará en España el próximo 15 de octubre, la base idónea para construir una historia cíclica cargada de emociones: un hombre que viaja a través del desierto jugándose la vida y evitando las intromisiones de una joven ladrona para ver un noticiario en el que, supuestamente, aparece su hija. Sin embargo, cuando sacamos la primera pieza del jenga que supone Un segundo todo empieza a temblar.

Las Películas; ¡Vivir! (1994), La linterna roja (1991) o Ni uno menos (1999), consagraron a Yimou a nivel internacional, reputación que se materializó en forma de galardones como el BAFTA a la mejor película de habla no inglesa o el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes. No obstante, si nos fijamos en su filmografía más actual podremos encontrar largometrajes menos aclamados por la crítica como La Gran Muralla (2016).

En su nueva entrega Un segundo le faltó, me faltó, un mejor cálculo de las distancias y de los ritmos. Cuando parecía que el filme colapsaría a modo de acordeón invitando al espectador a dejarse ir, Yimou levantaba el freno de mano y cambiaba su itinerario. Una dinámica de parones y arranques constantes que vemos reflejada en los dos personajes protagonistas, el hombre y la ladrona, los cuales se embarcan en una persecución constante a lo Tom y Jerry. Cabe destacar que esta sensación de déjà vú, de idas y venidas, se ve reforzada por la poca evolución de algunos de los personajes principales.

La estética, la frescura de ciertos diálogos y la premisa mencionada anteriormente, son elementos que, como espectador, me ilusionaron nada más empezar el visionado de la cinta. Mi mente se encargó de generar ciertas expectativas. No obstante, creo firmemente que las diferentes puertas que se van abriendo durante Un segundo invitan, precisamente, a hacerlo.

Son los giros de más a los que se ven sometidas a ciertas tramas, la  aparición de nuevos errores de guion o, incluso, los cambios de ritmo los que te empujan fuera del filme. En Un segundo podemos ver cómo a veces no basta con juntar todos los ingredientes de la lista para lograr una película que haga vibrar al público. Yimou tenía todo a favor para dejar que su historia rodara sola cuesta abajo, pero las idas y venidas del largometraje acaban por fragmentar la cinta rompiendo con el hilo que une al espectador con la pieza.

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