Tenía el disfraz ya puesto. Cerré la cremallera de mis botas blancas que me llegaban a la rodilla y me dispuse a mirarme en el espejo. Estuve toda la tarde eligiendo un maquillaje adecuado. Nunca antes me había puesto tan nerviosa. Era como si nada sirviese de repente. Me duché un par de veces, sintiéndome sucia. Y sudaba sin parar.
Finalmente me decanté por unas sombras negras y labios blancos. Un poco de colorete, para quitar la constante inquietud de mi rostro. Recogí el pelo en una coleta recta y me puse las alas. Estaba preciosa. Ninguna imperfección a la vista.
Me dispuse a bajar las escaleras, cuando me di cuenta de que no me había puesto bragas. Esto de ir sin ropa interior empieza a convertirse en una costumbre.
-Amelie, acaba de llegar Alex.
“Mierda. No puede dejar de ser puntual. Malditos futbolistas, llevan la hora muy bien medida”
Cogí el tanga de encaje color crema que descansaba sobre el borde de la cama y me dispuse a ponérmelo, pero entonces recordé su mirada. Una ola de rubor me envolvió de pies a cabeza. Iba a ir, o al menos eso era lo que me dijo Gisele. Estaba loca, y no estaba nada bien pensar en otro cuando tu novio te estaba esperando abajo con tus padres.
-Amelie, vais a llegar tarde.
Tenía la prenda suave en mis manos. La miré sin saber que hacer. Entonces, como si fuese totalmente otra persona, las metí en mi bolso y bajé las escaleras con cuidado.
– ¿Vamos?
-Estás preciosa Amelie.
Se dirigió a darme un beso, pero giré la cabeza en el momento en que sus labios iban a rozar los míos. El beso acabo en mi mejilla. Aunque este gesto lo descolocó, me atrajo hacia si y recuperó el control de la situación.
– ¿Vamos?
Le interrumpí justo cuando iba a decir algo. No sé por qué, pero hoy me molestaba esa actitud de chico educado.
-Hasta luego Sara.
-Pasadlo bien.
Salimos por la puerta, y nos metimos en el ascensor.
– ¿Estás bien?
Estaba tan absorta en mis pensamientos que apenas me fijé en lo guapo que estaba. Llevaba una camisa color vainilla y unos chinos negros que le marcaban esos músculos esculpidos por los dioses.
No pude evitar compararlo con él. Eran tan diferentes. En condiciones normales, estaba loca por Alex. Pero ahora… No lo tenía tan claro.
-Sí. Un poco nerviosa.
– ¿Nerviosa? ¿Tú? Si eres el alma de la fiesta.
Las puertas del ascensor se abrieron y una brisa nocturna me erizó la expuesta piel, dejándome un poco tiritando. El Uber ya estaba abajo esperándonos. Como siempre, Alex se encargó de pedir la opción Deluxe. Esta vez era un Mercedes negro, apenas distinguible con la noche que caía a gran velocidad.
-Será porque es el último año todos juntos.
El coche arrancó. De fondo sonaba la canción de Rosalía y Bad Bunny. Y olía a pino. No estaba cómoda, no a su lado, no esa noche.
-Estás tiritando, ven aquí.
Dejé que me acercará a él, y el resto del camino lo pasamos totalmente en silencio. Olía tan bien. Llevaba la colonia que le regalé y que sabía que me encantaba.
-Hueles bien.
Sonrió. Me acarició el muslo desnudo y me rozó suavemente la mejilla con sus labios. No sé si era la rabia que llevaba dentro, la maldita colonia que me excitaba o la canción…pero en ese instante decidí convertirme en otra persona, dejarme llevar.