¡Es una idea muy buena! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Aún así, sigo teniendo una duda que me revuelve las tripas:
—¿Y si quiere gritarme a mí, o provocarme para que salte? ¿Qué debo hacer?
Él lo medita un rato. Ya hemos pasado esa línea imaginaria que separa Hospitalet de Barcelona. En breve llegaremos a su casa.
—Vale, tengo una solución —expresa—, pero puede que no sea muy buena.
—Dilo, a ver. —Es solo una sugerencia.
—Concéntrate en pasar olímpicamente —empieza a decir—. Me explico: aíslate de lo que te diga, piensa en cosas mejores que puedas hacer, cuenta hasta mil millones, pero no dejes que vea que te afecta. Y, una vez se haya acabado, asientes, le dices que tiene razón y que lo harás mejor, o evitarás equivocarte, o la tontería por la que ella termine haciendo una montaña de un grano de arena.
A ver, no es mal consejo. Complicado y con posibilidades de que se vaya todo al garete, también. Pero, siendo yo quien soy, puedo llevarlo al éxito. Tendré que buscar según qué alternativas y desahogarme una vez acaben las prácticas, como ha ocurrido hoy. Menos mal que los fines de semana no tengo que ir a hacer prácticas; al menos, de momento. Puede que cuando comience el rodaje de la serie, me tengan que cambiar algunos días para que pueda experimentarlo. Pensar en eso me anima, aunque la directora sea esa mujer tan asquerosa.