En cualquier caso, respondo al mensaje de mi amiga con un montón de corazones y aplausos al tiempo que se me acerca Gonzalo. Si alguien me mirase con unos prismáticos con visión térmica, verían todo el calor que desprendo en este preciso momento. Se acerca un poco más, me da dos besos en las mejillas y se despide de mí. Yo me quedo estático donde estoy, intentando no flipar más de lo que ya estoy flipando. Quizás haya sido unos besos inocentes, con confianza o algo, pero no puedo negar que su gesto me ha hecho más feliz todavía.
Con una sonrisa, doy media vuelta y voy camino del metro.