Armand fue nuestra fantasía infantil durante mucho tiempo. Todas soñábamos con él. El hombre ideal. Con ese porte duro, de hombre, una cuenta con infinitos ceros, resumiendo, el sueño de cualquier mujer.
-Sabes, igual tienes que hablar con él, y preguntarle por qué hizo eso.
-Pero es que me da, no sé, como una especie de vergüenza y pánico.
-Te entiendo, pero igual, no es lo más normal del mundo. Tienes que hablar con él.
Me volvió a agarrar el hombro y seguimos caminando.
-¿Al menos te hizo una buena paja?
Se rio, por primera vez, no había rastro de tensión.
-Una de las mejores pajas de mi vida.
-Eso que te llevas.
Empezaba a hacer más frío. Se levantaba una espesa niebla, y las calles parecían sacadas de una película de terror americana.
-¿Sabes, esta noche se me ocurrió una idea?
-¿El que?
-¿Te imaginas que existiera un club de sexo?
-¿Un club de sexo? Tienes demasiadas hormonas activas Serena.
-Piénsalo. Un club secreto, como en las pelis, donde vas con tu elegante invitación, con tu traje exquisito, y exploras tus deseos más oscuros. Podrías invitar a Armand.
-Estás loca.
Nos reímos los dos, aunque en el fondo, esta idea rondaría por nuestras mentes durante un largo tiempo.
– ¿Pedimos un taxi?