A decir verdad, el beso con ese tío no fue nada mal. Al principio pensé que me iba a rechazar delante de toda esta gente, pero, para mi suerte, no fue así. Busqué a las chicas, sin embargo, no las encontré por ningún lado. Oí que Amelie se había ido, y Gisele estaba desaparecida.
-¿Y las demás?-Gonzalo se acercó sigilosamente, y casi me da un infarto al sentir sus manos posarse sobre mis hombros.
-¡Qué susto me has dado! La verdad es que no tengo ni idea, pero estoy pensando en irme. ¿Dónde estabas?
Me estaba escuchando, pero al mismo tiempo buscaba con la mirada entre la multitud, supuse que era a alguien.
-¿Gonzalo, me estás escuchando?
-Si, perdón. ¿Te llevo a casa?
-Pero si has bebido.
-Bueno, pero ya estoy medio sereno.
Le miré con poca confianza. Pero, la verdad era que me apetecía salir de ahí.
-Vamos.
Salimos empujando la multitud y haciéndonos un pasillo para pasar. Al salir a la calle, el frío aire de montaña me dio de lleno en la cara. Resucité a la vida.
-Madre mía, que gusto estar en la calle.
-¿Te importa que vayamos caminando un rato? Necesito despejar mi mente.
-Claro.
Nos fuimos alejando a paso tranquilo y perezoso del ruido. Gonzalo metió su brazo por debajo del mío, y sentí lo tenso que estaba.
-¿Estás bien?
Vi como inspiraba ruidosamente y expiraba todo el aire, formando pequeñas figuritas en la noche.
-Si te cuento un secreto, prometes no contárselo a nadie, siquiera a Amelie.
En estos momentos, cuando las personas nos piden este tipo de compromiso, está claro que algo les anda rondando por la cabeza, y lo único que podemos hacer es ser unos buenos oyentes.
-Claro, cuéntame.