No hay un buen festival sin una buena película de ciencia ficción en su programación. La edición del año pasado del Americana contó con The Vast of Night (Andrew Patterson, 2019), un espléndido y original homenaje a las historias de encuentros extraterrestres. En esta edición, la cinta scifi ha sido Lapsis, un film interesante aunque irregular, que reflexiona sobre las consecuencias futuras del desarrollo tecnológico desde una perspectiva social.
Lapsis nos traslada a un mundo donde la computación cuántica se ha desarrollado y se encuentra por todas partes. En este contexto, Ray, un hombre de mediana edad, se encuentra necesitado de dinero para cubrir el tratamiento médico de su hermano enfermo que padece fatiga crónica. Ray acepta un insólito trabajo: cablear kilómetros de terreno de un extenso bosque para conectar grandes cubos de metal, estructuras magnéticas que entrelazan la red cuántica. En un primer momento, el protagonista descubre un trabajo sencillo y bien pagado; sin embargo, las dificultades aparecerán al descubrir que tiene que competir sobre el terreno con implacables robots automatizados.
Lapsis es la ópera prima del norteamericano Noah Hutton. Su guión propone una buena metáfora del mundo laboral y la lucha de clases en nuestra sociedad tecnológica. Es fácil conectar el ‘rider’ Ray con millones de personas en la actualidad que malviven con un trabajo precario a costa de grandes corporaciones. A pesar de la pertinaz critica social que desarrolla, la historia no acaba de profundizar suficientemente en la situación de estos cableadores, en su reivindicación de derechos y libertades, deja cabos sueltos y su resolución parece inconclusa.
A pesar de sus irregularidades, Lapsis es una intrigante distopia que contiene pesimistas reflexiones sobre un futuro que prácticamente ya hemos alcanzado: ¿nos convertiremos en esclavos de la inteligencia artificial?