Derrick Borte (La familia Jones) comienza su nueva película, Salvaje, con una escena de fuerza y rabia desmedida. La presentación del villano, eje central de la película, se muestra con un acto de cruda violencia en una noche lluviosa. No conocemos a ese hombre, pero no nos gustaría cruzarnos con él.
Gracias a este intenso, furioso y colérico prólogo, Borte consigue dos cosas para mantener en guardia al espectador. La primera; conocer que este señor, con aspecto de guardaespaldas del presidente, no se anda con tonterías y reacciona bruscamente ante los demás. La segunda; sentar las bases de lo que vendrá a continuación y del thriller frenético que quiere dibujar. Será esta parte iniciática la más expresiva e interesante de una cinta, que con el paso de los minutos, caerá en las convenciones del género.
Salvaje es una demostración de una bestialidad interpretativa
Debido a que tras esa presentación de la bestia salvaje, la película gira a mostrar a la que será la siguiente víctima de esa furia incontenible, una mujer (Caren Pistorius) con problemas para conciliar vida laboral y personal, acuciada por el estrés diario y los atascos de la gran ciudad.
En esas primeras conversaciones banales con su hijo y su hermano en su entorno familiar; se encontrarán todas las pistas para luego resolver el conflicto con la bestia salvaje (Russell Crowe). Cuando la víctima enfada a la bestia, el espectador ya sabe lo que se viene encima, una persecución inhumana a varios carriles donde la bestia perseguirá a la víctima hasta que sepa lo que es, de verdad, tener un mal día.
La sombra de “El diablo sobre ruedas (Steven Spielberg, 1971)” planea en cada derrape y colisión por alcance. La furia en la carretera subyace en cada imagen, pero la diferencia con el film de Spielberg es que aquí se pone voz, cuerpo y rostro al diablo. Y es ese demonio el que hace que la película avance hasta un final previsible, pero entretenido.
Son los movimientos de rabia de Crowe los que hacen que el espectador no abandone la persecución al primer impacto. Hasta en las paradas en boxes, cuando la bestia abandona el vehículo, las actitudes sanguinarias no paran, siendo hasta más cruentas que las de la carretera (la escena del restaurante). A Russell Crowe se le quita la correa en Salvaje, es un animal suelto irracional que disfruta con lo que hace y eso se refleja en su mirada o en cada gesto de su cuerpo.
Salvaje es un ejercicio de tensión narrativa donde el valor reside en la importancia de la experiencia vivida. Pero que sin la interpretación de Russell Crowe carecería de cualquier interés, más allá de su prólogo y de la fiereza de sus escenas reiterativas de acción.
Puntuación: 5/10