Principales
El primer principal es una pluma ibérica de bellota, servida sobre una pizarra negra donde cada elemento parece formar parte de una pintura de Antoni Miró: moderna, expresiva, catalana.

La carne, en cortes finos y jugosos, ofrece un sabor profundo, generoso en sus jugos, casi dulce por el toque de brasa. Se acompaña de una quenelle de boniato ahumado, con textura cremosa y firme, y de un bloque de naranja caramelizada que recuerda al turrón o incluso a la base quemada de una crema catalana: denso, brillante, con un golpe cítrico que realza la carne. Una salsa de cacahuete discreta, casi tímida, completa el conjunto sin robar protagonismo.
El segundo plato homenajea el alma argentina de los fundadores de Arcano: solomillo de Angus argentino, servido con una presentación poética: sobre cama de flores silvestres comestibles, como si reposara en un jardín secreto esperando al comensal.

La carne, tierna y bien marcada, no exhibe el humo de la brasa, pero su punto de cocción y textura son un homenaje claro a los asados rioplatenses. En nuestro caso, lo acompañamos con unas patatas fritas que, por su corte y textura, hacían justicia al plato.
Dulces que son elocuentes despedidas
Para finalizar, la propuesta dulce mantiene el nivel y eleva aún más la experiencia. Por un lado, un cannoli crujiente, con masa gruesa tipo galleta de mantequilla, relleno de cheesecake de queso de cabra. El sabor es intenso, aunque sorprendentemente amable incluso para quienes temen al queso de cabra. Una lluvia de frutos rojos frescos —arándanos, moras, frambuesas— aporta frescor y acidez: un postre redondo, equilibrado y con un final largo y sabroso.

La otra opción, más sobria en apariencia pero no en disfrute, son unas trufas de chocolate con cacao al 70% y un toque cítrico imperceptible, quizá naranja o limón. No destacan por la fragancia, pero sí por su textura aterciopelada, que se deshace en la boca y deja una estela de intensidad en el paladar. Una despedida digna de un menú de reyes.

Arcano: donde el fuego cuenta historias y la piedra guarda secretos
Lo que diferencia a Arcano no es solo su propuesta culinaria, sino su capacidad para crear una experiencia global: desde el entorno histórico, hasta el uso constante de la brasa como sello de identidad, pasando por la excelencia de sus carnes y la presentación de sus platos. Aquí, la cocina no es solo sabor: es estética, memoria, arquitectura y emoción.

Y es que en un mundo cada vez más acelerado, sentarse a disfrutar de un menú como este, sin prisas, con buena compañía, bajo muros que han visto siglos pasar, es algo más que comer. Es un acto de celebración.
¿Y si el cielo se pudiera comer… no sabría acaso a esto?