La ganadora al Oscar, Jennifer Lawrence, regresa con «Sin malos rollos«, una comedia revitalizante del director Gene Stupnitsky. Coprotagonizada por Andrew Barth Felsman, la comedia es una estupenda historia sobre la madurez. El director ha querido reivindicar el género de comedia adolescente para tratar de tocar temas mucho más maduros dentro del género y de manera adulta, pero tapando con gags cómicos.
Jennifer Lawrence regresa a la gran pantalla para ponerse en la piel de Maddie, una joven desesperada por encontrar un coche que le permita mantener su profesión de conductora de Uber para costearse la vida. Todo gira cuando unos padres sobre protectores buscan prostituta para que su hijo, Percy, se desmelene antes de ir a la universidad.
Lawrence hace un papelón
Atrapada en el pasado, el personaje de Maddie, una frustrada chica que intenta sobrevivir en un pueblo muerto de otoño a primavera, esconde muchas más capas de las que aparenta. Y no, no es la típica película para pasar el tiempo. La ganadora del premio a la Academia ha elegido muy bien este papel, que nos recuerda a «El lado luminoso de la vida» (2012).
Por su parte, Andrew Barth Felsman encara muy bien un personaje redondo que experimentará el miedo, la ira, la incertidumbre y la valentía en una demostración cinematográfica de 100 minutos de duración. Su personaje, el pringado, no es tan pringado como nos daremos cuenta, y combina muy bien en pantalla con su compañera de reparto.
Sin malos rollos es una comedia mucho más profunda de lo que aparenta
«Sin malos rollos» es una comedia de apariencia tonta y naif, que esconde una historia de superación a dos extraños que terminan necesitando del otro para avanzar en su camino. Una conmovedora andadura sobre el concepto de hacerse mayor con autocrítica de la sobreprotección de unos padres muy protectores. Muy recomendable para pasar el rato.