Guía Repsol ha viajado a las cocinas y barras de los pueblos de todas las provincias españolas y ha elegido 300 Soletes: restaurantes, bares, cafeterías y hasta fast good en los que sentarse a comer o tomar algo sin prisa.
“Los Soletes son esos lugares que soñamos encontrar cuando emprendemos un viaje, ya sea para pasar el día o para recorrer una comarca. Reflejan la implantación que tiene la cocina en España, porque llegan a cualquier rincón, y las ganas de disfrutar que tenemos todos”, dice María Ritter, directora de Guía Repsol.
Siete años abriendo camino al viajero curioso
Guía Repsol cuenta ya con siete entregas de Soletes que suman más de 3.000 establecimientos repartidos por toda la geografía española. Con este nuevo listado, llamado “Soletes para perderse” se pone en valor las casas de comidas con guisos tradicionales asomadas a un valle recóndito y hornos donde comprar esas magdalenas de las que habla toda la comarca desde hace varias décadas.
Una cafetería para probar dulces árabes en un pueblo de menos de 200 habitantes de las Vicarías sorianas o una pizzería que aúna cocina italiana y producto gallego en un pueblo de Ourense.
Estos nuevos Soletes muestran una lista de todos esos lugares amables y asequibles que ayudan a conocer mejor nuestro territorio, un homenaje a cocinas y barras donde se lleva haciendo lo mismo muy bien durante años sin esperar condecoraciones y junto con aperturas valientes, creativas y aptas para todos los bolsillos. Así, entre sabores de siempre y hallazgos interesantes, cada viajero puede crear su propia ruta con total libertad.
Con este listado en la mano se pueden descubrir asadores con su propia carnicería, afamados arroces a pie de playa y barras con vino y embutido de la zona. También música en directo en un pequeño pueblo del interior barcelonés, un restaurante vegetariano en un caserío de Bizkaia o una taberna para beber cervezas artesanas en una aldea de Guadalajara.
En definitiva, zonas donde las cocinas siguen las recetas de siempre sin darle mayor importancia, las conversaciones entre los comensales llevan un ritmo más tranquilo y los paseos antes o después de la comida solo pueden mejorar la experiencia.