Se produce el silencio. Y ella empieza a llorar. Yo soy incapaz de detenerlo, y empieza a afectarme también. Derramo unas pocas lágrimas, pero no solo por ella, sino por toda la situación. Último año de universidad, prácticas en la mejor de las productoras del panorama nacional, una tutora que es una hija de la gran puta, el trabajo de final de grado, … Y esto. No lo suelo decir en alto, ni en bajo. Pero me preocupa mucho todo cuanto le afecta a Alicia.
Ella termina por calmarse, aunque se le nota el ronco de la voz.
—P-p-perdona —tartamudea.
—Tranquila. ¿Te encuentras mejor? —Ella responde que sí—. Genial. Entonces, ¿todo bien?
—Sí. Todo bien. ¿Podemos vernos y hablarlo todo mejor en persona?
—Me gustaría mucho. ¿Puedes mañana?
—Sí, tengo hueco desde la una hasta las cinco. ¿Vamos a comer o algo?
—Me parece perfecto, aunque yo tendré que irme antes de las cuatro. ¿Dónde nos vemos?
—¿Directamente en el KFC de mi barrio?
Su debilidad. Y sabe que me encanta verla disfrutar de esa franquicia de comida rápida.
—De acuerdo. Allí nos vemos.
—Buenas noches, Álex. Descansa.
—Igualmente, Alicia.
—Te quiero —decimos al unísono. Ambos volvemos a reír, y sólo interrumpe el momento mi estómago.
—Bueno, yo voy a cenar ya. Hablamos mañana, un beso.
—Un beso. Que aproveche.
Y cuelga la llamada. Miro alrededor y observo a mi hermana negando con la cabeza desde el marco. Yo opto por fulminarla con la mirada, y ella se va a su habitación. Voy a la cocina, saco el túper con macarrones, lo meto en el microondas y me lo como con rapidez, a pesar de que cada bocado me abrasaba la boca. No quiero seguir perdiendo horas de sueño. Cuando he metido los cacharros en el lavavajillas, me he encontrado con que mis padres ya se habían metido en su habitación.
Yo vuelvo a la mía, donde reviso unas pocas notificaciones que me han llegado al móvil y decido desconectar hoy de una maldita vez. Lo pongo a cargar, me quito la ropa, me pongo el pijama y me obligo a dormir.