Pierdo la noción del tiempo mientras como, pero, en cuanto me termino el último bocado, veo que mi padre recoge el plato y se lo lleva a la cocina. Escucho cómo empieza a correr agua del grifo, y no dudo al confirmar que mi padre hoy se encarga de fregar los cacharros de la cena. Decido levantarme y cogerme algo de postre. En la nevera hay algunos yogures y varias frutas, pero mis ojos se centran en el chocolate negro que descansa tras los briks de leche. Pero mi padre carraspea, lo que me da a entender que él no está muy de acuerdo con mi elección. Así que termino cogiendo una manzana verde y lavándola antes de empezar a comérmela.
Una vez tengo el estómago lleno (y a rebosar, más bien), me marcho a mi habitación. Recojo las cosas que he dejado de mala manera sobre la cama, saco el portátil para que se cargue durante la noche y adecento lo suficiente el lugar. Aún me queda un rato para irme a dormir, por lo que aprovecho para ponerme el pijama y quedarme leyendo un rato una novela que llevo posponiendo unos cuantos días. Avanzo unas cuantas páginas, a buen ritmo, además. Entonces, recuerdo que dejé en visto a Camila, mi compañera de clase. Cojo el móvil, busco su conversación y mi ritmo cardíaco vuelve a su pulso normal al ver que ella está en línea. Empiezo a escribirle, los dedos parece que vuelan sobre la pantalla.
Hola, Camila
Añado un sticker de Stitch saludando. Sí, fui un niño de Lilo & Stitch, y me encantaría tener un peluche gigante del personaje en mi cuarto. A falta de novio, lo abrazaría a él.