Y ahora, que son las diez, estoy saliendo por los torniquetes después de que me firmasen las horas que había realizado hoy. Creo que Amanda y algunos trabajadores se quedan una media hora más, no estoy seguro. Yo he sobrevivido a este día. A duras penas, pero lo he hecho. Sin embargo, tengo que empezar a cambiar mi mentalidad porque, si dejo que la hija de la gran puta de A. D. Noceda me destroce la experiencia laboral que suponen estas prácticas, y no consigo salir adelante como el director de cine tan asombroso que sé que soy, no me lo voy a perdonar en la vida.
Estoy dándole tantas vueltas a eso que me termino chocando contra algo. La segunda vez en lo que va de día. Estoy dispuesto a destruir con mis propias manos lo que sea que se haya interpuesto en mi camino, ya sea un muro, una bicicleta o un furgón de la policía. Pero su voz es lo que me revela que no me he chocado contra un objeto, sino contra una persona.
—¡Eh, cuidado!