Portada de Voy a quedarme en el que se muestran dos chicos con una tierna mirada detalle
Fotografía de Dario Cavero (@dario.cavero), Alex Peñas (@alexpg2) e Isma O'Sullivan (@_osullivan_)

Capítulo 18 – Álex

Fui, de nuevo, a la cafetería de la planta baja. No había tanto movimiento como ayer, pero algunos grupos reducidos charlaban animadamente. En cuanto me sirvieron, les pagué lo debido y eché los dos sobres en el vaso. Amanda también me comentó que me esperaría en su despacho, así que allí me dirigí. Al picar en la puerta, esta vez no estuvo a punto de arrancarme la yugular. Pero, solo era la calma antes de la tormenta. Al darle el café y ella echar un trago, su expresión medio angelical se transformó en una endemoniada. Llega a ser una película de terror, y su grito habría sonado como un rugido gutural proveniente de los infiernos.

—¡Este café es una puta basura! ¡¿Es qué no piensas, chaval?! —escupió hacia el suelo, y tiró el vaso (casi) lleno en la papelera que tenía cerca, con rabia—. ¡Tráeme otro, que sea mejor!

Me tuve que convencer de no sacar el café de la basura y tirárselo a la cara. Pensé en matarla también, pero no quería meterme en líos legales tan fuertes como un homicidio.

—¿De dónde? Este es el café que ponen en la cafetería de la productora —respondí, contando mentalmente y procurando que no me hirviera la sangre.

—¡Donde sea, menos en esta mierda de sitio!

Esa manera de referirse a una productora tan importante como lo era Apolo, eran palabras mayores. Tuve que apretar fuertemente los puños para no descontrolarme.

—¡Hay una cafetería por aquí cerca! —siguió hablando. Se me acercó, consiguiendo que todos mis nervios se pusieran de punta—. ¡Mira, es esta! —Tuve que mirar hacia su móvil, puesto que estaba enseñando la cuenta de Instagram de la cafetería. Me costó un poco reconocerla, pero sabía que había estado antes en ella: es la cafetería donde trabaja Luna, la novia de Dídac, y ese pringado al que acerqué ayer a su casa—. ¡Ves allí, y cómprame un café mediano, como a mí me gustan! ¡¡¡Vamos!!!

—¿Y por qué no vas tú, que no estás haciendo nada de provecho? —le solté cabreado, sin pensarlo. Fue por instinto.