Amanda volvió a gritar y decidió que no merecía la pena seguir en aquel cuchitril (sí, lo expresó abiertamente para todos los presentes). Se encaminó a la puerta, y yo me quedé quieto unos segundos más antes de salir tras ella. En cuanto llegué a su lado, empezó a soltarme una nueva perorata. Y, esta vez, por desgracia, bien que me enteré de todo. Estaba histérica porque no le gustaba nada lo que habían hecho con el guión, que esas cosas no se las creería nadie si las llegaban a adaptar a la televisión… Sin duda esta tía no se ha leído ni un mísero resumen de la novela.
Y podría haber dicho las cosas de otra manera; esas formas no son precisamente las correctas. Si fuera porque no han escrito ni media frase de todo lo que quieren hacer para la serie, o estuvieran violando la idea de la obra original, podría llegar a comprender su reacción. Pero, llevando a debate y lluvia de ideas para el episodio penúltimo o último -los diálogos y la ambientación me dieron pistas-, y digo yo que procurando que sea lo más similar posible, no se puede excusar. En ninguno de los sentidos.
La siguiente parada fue en el departamento de sonido. Y menos mal que todo estuvo como ella quería, porque seguro que habría montado otra escena. Los equipos funcionaban correctamente en las pruebas de grabación, veía a varios técnicos revisar aparatos, limpiarlos, cambiarles las piezas, tornillos, … Me dio por revisar la hora, y me sorprendió que hubiera pasado una hora y poco sin apenas darme cuenta. Nos despedimos del equipo de sonido y nos encaminamos hacia nuestro siguiente destino. Cuando estábamos a mitad de camino, Amanda se giró y quedó de cara. Le saco cinco centímetros de altura, pero con su carácter puede achantar a cualquiera. Sobre todo cuando una sonrisa un tanto diabólica está presente en su rostro. Tragué saliva antes de que abriera la boca. Y, a pesar de que me lo había pedido con suma educación, tuve un mal presentimiento.
Y también estoy cabreado. ¿Por qué tengo que estar comprándole café yo? Al menos me dio dinero para pagarlo.
