Me despierto cinco minutos antes de que la alarma del móvil pueda sacarme del mundo onírico. En parte, ha sido porque me ha indignado el sueño que estaba teniendo: vivía en Los Ángeles y, un día como otro cualquiera, me encuentro con Ian Verdun, que se queda prendido nada más verme y comenzamos a tontear y, cuando yo le digo que quiero tener una relación más seria con él, el muy cabrón me responde que deberíamos ser solo amigos… Será posible, ¿es que ni en mis mejores sueños puedo sentirme feliz?
Pensar en que tengo otro día por delante, y un bostezo bastante largo, terminan de darme los motivos necesarios para levantarme de la cama. Miro por la ventana, y me sorprende saber que ha dejado de llover. No hay nadie en casa a estas horas, por lo que aprovecho para echar la cortina que da al balcón y llevarme el desodorante y la ropa que ponerme al salón. Me ducho y, al salir, conecto mi móvil con la tele. Pongo mi lista favorita de canciones y me voy secando mientras dejo que la música me envuelva. Al final, con la tontería, me pongo a bailar y cantar medio desnudo la canción Catch My Breath, de Kelly Clarkson. Puede parecer una chorrada, pero me llena de alegría hacer esto siempre que puedo.
