Una fotografía de Dario Cavero (@dario.cavero)

Capítulo 21 – Amelie

-Pues te vas a sorprender, pero sí.

-Nunca lo hubiera dicho.

Nos quedamos los dos mirándonos. Me recordó al típico chico malo de las películas americanas. Casi siempre tenían un pasado oscuro, y era el chico más atractivo de todos. Me ponía nerviosa. Todo lo que hacía era muy intenso, incluso como me miraba. Era como si pudiese ver a través de mí, llegando a los sitios más oscuros que ni yo misma tenía acceso. Se me secó la boca, necesitaba agua y aire fresco.

-Creo que debería irme.-pero no me moví del sitio.

-Yo tengo una idea mejor. Dentro de media hora, todos se habrán ido, a excepción de algún que otro profesor y el conserje. ¿Te apetece un baño?

Le miré como si estuviera loco.

-El instituto está vigilado veinticuatro horas, si hay alguien que no está autorizado deambulando por él, no tardarán en cogerlo.

Otra vez esa sonrisa pícara que me indicaba que estaba tramando algo.

-Salvo un sitio. Ven.-no me dio tiempo a replicar, puesto que me agarró de la mano y nos alejamos por el pasillo corriendo.

Bajamos las escaleras hasta el sótano. Olía a tuberías y la poca luz que había parpadeaba, parecía una escena de terror que no auguraba nada bueno.

-Daniel, no podemos bajar aquí.

-Confía en mí.- ¿acaso me quedaba otra opción? Tenía la cabeza nublada, y su mano entrelazada con la mía, era el detonante de esa Amelie salvaje. Aquella que se tiraría en paracaídas sin pensárselo.

Llegamos a una puerta de metal vieja que parecía estar cerrada con llave. Para mi sorpresa, Daniel parecía tener una.

-¿Preparada?

-No.

Pero no le importó lo más mínimo. Empujó la pesada puerta, que protestó con un chirrido molesto. Al principio no vi nada salvo oscuridad y más oscuridad. Después, una a una, se fueron encendiendo las bombillas. Las pupilas se me dilataron quedando unos puntos negros en vez de ojos. Abrí la boca para decir algo, pero se quedó atascado todo sonido. Estaba sufriendo un shock.

-Por tu reacción, deduzco que no conocías este sitio.

Negué con la cabeza mirando maravillada ese pequeño paraíso.

-¿Qué es este sitio?¿Y como narices lo has descubierto?-estaba asombrada. Daniel llevaba poco más de unos meses, y yo toda la vida. Pensé que conocía todo en lo referente a este instituto. Me equivocaba.

-Bueno, te presento uno de los famosos bares clandestinos de la época. Para ser exactos, cuando aquí en España muchos genios fueron expulsados, muchos se han visto obligados a emigrar, como Picasso, Dalí, pero muchos otros, no tan conocidos, claro, han creado asociaciones en lugares como este, para seguir con sus reuniones y eventos fuera de los ojos de miradas no deseadas. Este sitio es uno de esos famosos bares que salen en las películas americanas, solo que son versión española. Pocos conocen la existencia de los mismos, y yo lo descubrí hablando amistosamente con nuestro profesor que acaba de expulsarnos. Es igual de fanático que yo.

Estaba alucinada y más asombrada que antes. Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar. Todo estaba igual que hace cien años. Una barra con botellas llenas de un líquido amarillento se escondía tras unas pesadas cortinas rojas. Había sofás de cuero y un escenario con un piano y un micrófono.  Al fondo de la sala había más sillones, pero estos estaban envueltos en cortinas rojas y atadas con un lazo dorado.

-Esos de allí, eran para alejarse del ajetreo de la sala. -vamos, ahí iban para follar.

El interior olía a cuero viejo y mucha fiesta. Pero la guinda del pastel era una abertura en medio de la sala. Una piscina con agua cristalina.

-¿Cómo es posible que esa agua este limpia, si el resto de la sala es como si hubiera pasado un tsunami?

-Bueno, vengo aquí a menudo en busca de inspiración. Y esa piscina es mi lugar favorito. -lo miré sin dar crédito a todo lo que veía y decía.

-¿Cómo has conseguido la llave? ¿Y el Said, sabe que vienes aquí? ¿Lo sabe alguien más?

-Tranquila fiera, no hace falta que abras una investigación. En primer lugar, sí, Said lo sabe. Fue él quién me dio la llave. Suele organizar algunos encuentros con eruditos del arte aquí, entonces, si, lo conoce mucha gente, pero no que esté en el instituto. La parte del sótano está prohibida para los alumnos, y los profesores no suelen bajar aquí. Además, en el hipotético caso de que vengan, no tienen la llave, y esta puerta está muy escondida. Lo sabe el director que fue quien se lo contó a Said, y le cedió ese espacio para sus charlas artísticas. Resumiendo, este sitio es propiedad privada y nadie viene aquí.

– ¿Cómo es que nunca he sabido de la existencia de este lugar? -me acerqué a donde estaba él.