Portada de Voy a quedarme en el que se muestran dos chicos con una tierna mirada detalle
Fotografía de Dario Cavero (@dario.cavero), Alex Peñas (@alexpg2) e Isma O'Sullivan (@_osullivan_)

Capítulo 14 – Álex

Pero no había solicitado ni iniciado las prácticas en Apolo para rendirme a la primera de cambio. Y una puta lluvia de otoño/invierno no me va a acojonar. Aunque tengo el coche algo retirado, me quito la chaqueta que llevo y la uso a modo de sombrilla sobre mi cuerpo. Aunque se oyen truenos y se ven destellos de relámpagos, yo no me detengo. Salvo cuando tengo que parar en un puñetero semáforo. Si esto fuera una película de comedia, ahora resultaría que todo el agua que no me ha caído en la cabeza se ha acumulado en el abrigo, y se derramará entera sobre mi cuerpo. O un rayo me alcanzará y me dejará medio tonto, sino muerto.

Menos mal que se pone en verde, y no tardo mucho más en llegar al coche. Abro la puerta del conductor, me siento, cierro la puerta y tiro la chaqueta empapada sobre los asientos traseros. Parece hasta una distinta, de color más oscuro del que suele ser. Devuelvo la vista al frente, donde la luna solo me permite observar un paisaje puntillista y borroso a base de gotas de agua. Me pongo el cinturón, meto la llave en el contacto, arranco el coche y programo los limpiaparabrisas para que estén realizando su movimiento hasta que yo lo decida.

No tardo mucho en ponerme en marcha, pero, llegado al primer semáforo, me encuentro con un chaval que se está resguardando de la lluvia bajo su mochila para las clases. Está esperando a que se ponga en verde para poder cruzar, y entonces le reconozco. Ay, qué friki que es el pobre Saúl. Si no se le mojan los apuntes o aquello que use para las clases, tiene suerte. Lo que no sé es qué me empuja a bajar la ventanilla y gritar todo lo alto que puedo:

—¿Necesitas que te lleven?

Él mira varias veces a todos lados hasta que mira directamente al coche. Se acerca con expresión confundida, pero, al verme, cambia por completo por una de auténtico pánico. Joder, es tonto de cojones. No tiene nada para defenderse de posibles ataques. Llego a ser un asesino en serie y ya estaría muerto. Me salpica una pequeña gota de agua que cae entre el hueco de la ventanilla y la puerta del coche.

—¿Qué haces aquí? —pregunta. Con el ruido de la lluvia, apenas he podido escucharle bien.

—Pues, me aburría y he decidido dar un paseo en coche bajo la lluvia. —Sarcasmo nivel máximo. Sin duda lo ha pillado.

—Me parto —suelta, escueto.

—¿Qué voy a hacer aquí? Acabo de salir de las prácticas y tengo que volver a casa. Igual que tú. —Ninguno de los dos se atreve a decir nada. Sin embargo, el semáforo comienza a parpadear—. Decídete rápido. En cuanto la luz se ponga en verde, saldré corriendo y habrás perdido tu oportunidad.

Él se gira hacia el monigote verde, que está teniendo sus propios ataques epilépticos. Vuelve la vista hacia mí, y en seguida corre hacia la puerta del copiloto. Yo quito el pestillo y le permito pasar. En seguida veo toda su silueta encogiéndose para sentarse y resguardarse del diluvio que está cayendo. Cierra la puerta, se pone el cinturón y yo arranco. Menos mal, que ya había un par de personas que me estaban pitando por detrás.