A falta de cinco minutos para salir, estoy exhausto.
Toda la puñetera tarde ha sido hacer recados que Amanda me ha ido diciendo, mientras ella se quedaba en su despacho hablando por WhatsApp. Tras llevarle el café, y esperar a que se lo bebiera con cara de asco, me ha ordenado que fuera hasta el departamento de técnicos de sonido y les preguntase si ya estaban preparados los aparatos que usarían para “el asunto de Barcelona”. Con esas palabras en seguida pensé que se refería a la serie de Psicofonía, por lo que pensé que ya íbamos por buen camino. Me costó encontrar el departamento y luego al responsable de sonido al que iban a poner para la serie. La respuesta era que aún quedaban unos pocos detalles, pero que estarían listos antes de empezar las grabaciones.
En cuanto volví y le puse al corriente, ella se lo tomó bastante mal. Me obligó a volver y decirles que eran unos ineptos y que hasta un niño destetado podría hacerlo mejor. Y no contenta con ello, antes de cerrar la puerta, me exigió que fuera al departamento de redes sociales y que les sugiriera que publicasen todo lo que tenían preparado para hoy para Instagram, Facebook y Twitter sobre la serie. El responsable de sonido no se lo tomó a mal, tan solo puso los ojos en blanco, se río y me respondió que, la próxima vez, bajase ella y se lo dijera a la cara, en vez de mandarme a mí.
El departamento de redes sociales me fue sencillo encontrarlo. A decir verdad, me encontré de nuevo con Gadreel, que volvía de su descanso y le puse al corriente. Ella se encarga de un buen puñado de series y películas, y la que me trajo al departamento se encontraba entre ellas. Me enseñó cómo tenía el tema de las publicaciones, y me quedé bastante sorprendido. Yo, que con un par de fotos mías sin camiseta o con paisajes de fondo me conformaba con unos pocos likes, me quedé alucinando al ver que entre las tres redes sociales sumaban más de seiscientos mil likes, cien mil retuits y más de cincuenta y cinco mil cuentas respondiendo a los mensajes. ¡Y lo habían subido justo cuando yo entré en la empresa!
Pues será que yo no entiendo las redes sociales, pero, cuando se lo hice saber a Amanda, ella montó un pollo porque no la habían etiquetado en ninguna de las publicaciones. Pero, si eran únicamente frases que salen en la novela y que se mantienen en los guiones, ¿a qué viene la pataleta? Y por ese estilo el resto de la tarde. Pero ya, para rematarlo todo, cuando me acerco a pedirle que me firme en el día de prácticas, la tía suelta que no da autógrafos. Menos mal que en Recursos Humanos seguía abierto, y me firmó una de las compañeras de Paula. Amanda enseñarme, más bien una mierda. Bueno, me había dado una lección: nunca conozcas a tus ídolos. Todo lo que había pensado sobre ella, se cayó por su propio peso. Donde veía talento e innovación, ahora sentía despotismo y prepotencia. Y una persona capaz de inspirar a otras miles, ahora la veía como niña de quince años a la que sus padres castigan sin salir, y ella se carga la ventana de su habitación.
Y, para empeorar las cosas, justo cuando salgo de la empresa, está lloviendo a cántaros. ¡Qué ascazo de primer día!