Aparentemente, la maternidad es el proceso más arduo, complejo y abrupto al que debe hacer frente una mujer en su vida; pero a la larga compensa o eso nos han vendido. ¿Pero qué pasaría si eso no fuera así? ¿Puede una mujer sentirse sobrepasada por este proceso y tener la sensación de “libertad” cuando se aleja de sus hijas? ¿Puede tener la necesidad de huir para no morir lentamente devorada por las preocupaciones?
Con su ópera prima, La hija oscura, Maggie Gyllenhaal explora el terreno espinoso de la maternidad incompleta, de la confusión, de los sentimientos no convencionales sobre una maternidad temprana. Y lo hace sin complejos, con una narración inconclusa (como sus personajes), con reflejos de brillantez formal, a fuego lento, sin dar ninguna facilidad al espectador.
Olivia Colman pone voz y cuerpo a Leda, una mujer perseguida por la culpa y el misterio que pasa unas vacaciones en el paraíso de las islas griegas. Pero este paisaje se presenta tenue, oculto y oscuro. Leda conoce a la que podría ser su yo de hace 20 años, Nina (Dakota Johnson) una madre joven e insegura envuelta en un entorno de agresividad familiar.
Gyllenhaal desgrana, poco a poco, el pasado y presente de Leda combinando pasajes actuales con flashbacks recurrentes con una Leda joven (Jessie Buckley) al cargo de sus dos hijas pequeñas; de esa responsabilidad asfixiante que es el ser madre. Trazando una escala de grises en sus personajes; dotándoles de contradicciones, de miedos, de inseguridades, de rechazos, de cómo sentirse cuando necesitamos tomar el camino que nos han enseñado como no válido. Toda esta ambigüedad en sus mujeres es lo que dota a la película de profundidad en concordancia con su puesta en escena gris, melancólica y taciturna.
“En ocasiones hay que huir para no morir” contesta Leda en un momento de la película, ya que nadie puede comprender que olvide pasajes de sus hijas, que huya, que no sea el prototipo de madre que la sociedad ha impuesto desde la infancia. El proceso de la maternidad tóxica y las disyuntivas de las protagonistas son el eje principal de una película rodeada de un halo de misterio y de preguntas sin respuestas.
Un viaje a la mente culpabilizada de Leda, lastrado por numerosos flashbacks sobre explicativos, ya que en el vacío y en la ambigüedad de la mirada de Olivia Colman se encuentra la fuerza narrativa de la película.