Volví a mi habitación, abrí el grifo, eché unas sales marinas y unas gotas de aceite de lavanda, y me metí en la bañera casi llena. Cerré los ojos, y dejé que el mundo de los sueños invadiese mi mente poco a poco. De repente, la imagen de un hombre, al que no conseguía ponerle cara aparecía una y otra vez. Recuerdo la noche anterior, pero había importantes lagunas en mi memoria a corto plazo. Recuerdo su olor. Sus labios. Pero no le recuerdo a él.
¿Quién narices era? Y esa tarjeta, ¿será suya?
Salí del agua, mojando todo a mi alrededor. Cogí la tarjeta y de camino al baño, sonó el dichoso teléfono. Lo cogí y volví a meterme en mi bañera vintage.
-Chicas, chicas, he tenido una idea brillante, que os va a encantar.
-Sorprendenos Serena.
-Os cuento cuando os vea, pero tiene que ver con mucho sexo. Os veo mañana en el instituto. Besos.
Y colgó. Apenas entendí nada, y opinó que Amelie estaba igual de perpleja que yo. Dejé el móvil en el suelo, quedándome embobada con la tarjeta.
Quién será ese tío. Ese pensamiento me rondó por la cabeza mucho rato, hasta que me quedé dormida en la bañera, sumida en una profunda inconsciencia.
