Lo de Sony Pictures es de sacarse el sombrero. Esta especie de emancipación por un lado, y reivindicación del trabajo ya hecho ha convertido “Spider-Man: No way home” en uno de los eventos mas importantes de los últimos años. Un evento mundial. Un evento que trasciende a muchos niveles. Hacia tiempo que no pasaba nada igual. Tengo compañeros muy puristas del cine que están muy interesados, personas que no les interesa el cine que ya tienen su entrada. Sin lugar a dudas “Spider-Man: No way home” es la película “salvacines” que llevamos esperando desde el final del confinamiento. Una gran fiesta a la que todo el mundo quiere estar invitado porque saben que no se hablará de otra cosas en días, quizá, en semanas.
Una hiperbolizada reacción nostálgica que los gurús del marketing van a tener muy en cuenta por los resultados conseguidos, por la reacción sistémica, casi viral, de una emoción que, a priori, escapa a muchos razonamientos conductuales dentro de la “normalidad” social. Pero que quizá si responda a un contexto social en una continua tensión social, económica, con bajas espectativas futuras. “Mi presente/futuro está tan jodido que solo puedo acudir al pasado.”
“Spider-Man: No way home” es una “película altar”, quizás de los mayores exponentes de esta tendencia. El hecho de vampirizar las anteriores sagas del superheroe, es un gran ejemplo de arquitectura del “fan-service” que, en este caso, funciona como un reloj suizo. Pero lo mejor es como está construida dentro de la trama del universo del Spider-Man de Tom Holland. La trama funciona muy bien, no arriesga pero tampoco flojea. Utiliza ese vinculo no solo para vampirizar sino también para reinvindicar un la figura del superheroe. Quizá todavía mas inmaduro que los Spider-Man de Andrew Gardfield y Tobey Maguire pero lo que está muy claro es que esta nueva entrega ha tomado el testigo de Iron-Man o el Capitán America y se ha convertido en la nueva punta de flecha de esta nueva fase del MCU.
