Decía Aldous Huxley, autor de Un mundo feliz, que “los vecinos que uno nunca ve de cerca, son los vecinos ideales y perfectos”. Sabiendo que las relaciones vecinales son más complejas de lo que a priori pueden aparentar y que la invasión de la intimidad de la persona con la que compartes descansillo puede no ser la mejor idea del mundo. Los vecinos forman parte de nuestra vida, pero no los elegimos, solo adoptamos la manera de relacionarnos con ellos; si pasamos a verlos de cerca o los seguimos admirando desde el umbral de nuestra puerta. En Tres pisos, la última película de Nanni Moretti, no se hace caso al bueno de Xuxley y Moretti se mete de lleno en la casa del vecino para ofrecer un melodrama correcto sobre los conflictos vecinales que pueden surgir en un vecindario.
Tres pisos aborda la vida de tres familias de clase alta italiana que viven en el mismo edificio. Lucio y Sara sospechan que su vecino haya abusado de su hija una noche que se pierden en el bosque; Mónica da a luz a su hijo sin el apoyo de un marido ausente; Dora y Vittorio, jueces de profesión, asisten indefensos a la caída en desgracia de su hijo adolescente, Andrea. Moretti maneja estas piezas desde el melodrama, con un tono melancólico y tele novelesco acorde con las relaciones y los conflictos personales que radiografía en la pantalla.
Gracias a dos interludios que marcan el paso de cinco años en cada uno de ellos, Moretti puede construir el dolor del paso del tiempo, la evolución de las culpas, de las pérdidas, de los cambios, de los dolores propios y ajenos. Entrelaza a las tres familias y a todos sus personajes entre sí con un tono sobrio, sencillo, directo pero lejos de sorpresas y emociones. Todo ello moviendo la cámara de manera fluida por las zonas comunes del edificio y adentrándose en sus hogares como un vecino más.
En esta “13, Rue del percebe” a la italiana, carente de humor y repleta de melodrama; Moretti continúa con sus disecciones del mundo familiar reflejadas en una sociedad de la alta alcurnia donde los problemas emocionales se encierran entre las paredes del mismo edificio. Es una pena que Moretti no sea más incisivo en su crítica a la sociedad y solo dibuje esos conflictos entre personajes que se acaban diluyendo a lo largo de los minutos.
Tres pisos se cierra de manera entregada, pero plana; ya sin fuerza, desembocando en los caminos lógicos. Habiendo visto a esos vecinos de cerca, cara a cara, dándonos cuenta de que no son perfectos y de que las heridas de la vida continúan con el paso del tiempo. Por eso, como decía Huxley, es mejor no verles de cerca para que desde nuestro lado del rellano, nos sigan pareciendo perfectos.