Una fotografía de Dario Cavero (@dario.cavero)

Capítulo 11 – Serena

-Siento que este último año tiene que ser especial.

Giselle estaba apoyada en Gonzalo, soltando humo por esa perfecta boca. Yo estaba como ajena a todo eso. Mi mente viajaba y traspasaba miles de galaxias a una velocidad increíble. Todo giraba, y los colores eran muy chillones. Me tomé otro trago de esa “mágica bebida”, apenas notando como me estaban llamando.

– ¿Estás bien? -Amelie tenía cara de preocupada. Pues no entiendo por qué, hace unos instantes estaba calentando al nuevo delante de su novio, creo que eso es más preocupante que su mejor amiga esté drogada.

-Si, un poco mareada, pero eso es todo.

-¿Especial en qué sentido?

Daniel apareció como de la nada. Y no sé si era por la droga, o porque ya estaba en las últimas, pero me recordaba a esos ángeles malvados que suelen describir en los libros. Tenía el rostro duro, y el cuerpo… Dios mío, que cuerpo. Tenía un aura misteriosa, entiendo que Amelie se haya fijado en él. Estaba fatal.

-Bueno, hay que hacer algo que no olvidemos jamás. En las películas americanas siempre se inventan algo, no sé, podríamos hacer lo mismo.

-Propongo jugar a atrevimiento o desnudo.

El imbécil de Alfred se tiró al sofá a mi lado. Olía a tabaco y vainilla, aunque suene irónico, no me desagradaba.

-Es verdad o atrevimiento.

-Si bueno, siempre que jugamos, todo el mundo elige verdad, así que el juego no mola tanto.

Todos nos quedamos mirándolo con cara de pocos amigos.

-Venga, que pasa, ¿os avergonzais de vuestros cuerpos?

-Qué te parece si jugamos al juego de la botella, ahí siempre hay algún atrevimiento, y evitamos que montemos una orgía.

Daniel soltó eso, y todos estuvimos de acuerdo. Aunque, siendo sinceros, no me apetecía una mierda jugar a nada, solo quería dormir, o vomitar, o las dos cosas.

-Venga, empecemos pues.

Formamos un círculo alrededor de una botella de ron. De repente se creó una tensión que antes no había. La música bajó varias escalas, podíamos escuchar nuestras respiraciones junto al ritmo del reggaetón antiguo.

Todos nos miramos, expectantes, esperando a ver quién es el valiente para que empiece el juego. Vi el sudor empapando la frente de algunos, y el pecho de otras. Podía notar un fuerte aroma a sexo. Terminé mi copa de un trago, y agarré la botella haciéndola girar.

-Que empiece el juego.

-Espera, habrá que poner unas reglas, si no, no sería divertido.

-Suéltalo Alfred.

-Aquí muchos tenéis pareja, creo que sería injusto excluir ciertas cosas. Nadie se raja, o se tomarán represalias.

Nadie quiso rebatirlo, bien porque le tenían miedo, o bien porque más de uno quería saborear lo que este puñetero juego ofrecía.

Tragué aire con fuerza, y giré la botella. Todas las miradas estaban puestas en ella. La velocidad iba disminuyendo, y vi como más de uno aguantaba la respiración.

Dos vueltas más, y la botella acabó señalando a Amelie. Alex a su lado apretó su cintura, atrayéndola más hacia él.

– ¿Verdad o atrevimiento Amelie?

-Verdad.

-¿Ves? Ya empieza.

-Cállate Alfred.

-Bueno no, venga, ya que queremos un juego más intenso, atrevimiento.

-Esa es mi chica.- Alfred sonrió.

De repente, tenía mil cosas que podría haberle pedido, pero solté una demasiado obvia.

-Dale un beso a Alex.

-Oh venga, ¿es en serio?

Me estaba poniendo nerviosa. En que momento Giselle lo habrá invitado. Maldito Alfred.

Amelie giró la botella, y no sé si es cuestión de destino, o karma, o todas esas cosas juntas, pero acabó señalando a Alfred.

-Muy bien, quítate la camiseta Alfred.

-Empiezas fuerte Amelie.

Pavoneándose, y luciendo un abdomen de infarto, Alfred tiró la camiseta hacia mí.

Agarró la botella, y la hizo girar como si estuviera poseída. No paraba. Empecé a impacientarme. La botella acabó señalándome.

-TE TOCA.

No dije nada, solo lo miré con asco.

-Veamos, líate con el nuevo.

Pude oír varias expresiones de sorpresa, risitas de las que me ponían nerviosa.

-Creo que paso.

– ¿Estás siendo cobarde Serena?

-Me parece un juego estúpido.

-O juegas, o te largas.

Estaba a punto de levantarme e irme, pero entonces, me dirigí hacia Daniel.

Sentí como Amelie me miraba, pero hice caso omiso. Rodee su cuello, y estampe mi boca contra la suya. Esperaba que me rechazase, pero en vez de eso, su lengua empezó a entrelazarse con la mía, invadiendome un agradable sabor a menta y calidez. Me estaba derritiendo entre sus brazos, delante de todo el mundo.

-No es por nada, pero el juego continúa, a menos que queráis seguir con lo vuestro en otro lado.

Me separé de él despacio. Estaba igual de sorprendido que yo. Me aclaré la garganta, y volví a mi sitio.

Amelie agarró la botella y la hizo girar con fuerza.

-Que siga el juego.