El resto del fin de semana lo pasé estudiando y viendo varias series. Más lo primero que lo segundo, eso sí. Aunque también estuve escribiendo a Elio.
Al principio, me hacía sonreír cuando me preguntaba por mis gustos y resultaba que teníamos en común muchísimas cosas. Incluso cuando me dijo que quería besarme más veces. Sin embargo, la conversación se fue intensificando hasta llegar al punto de que me dejó la cara como un tomate. Quizás sea muy tradicional, pero que me digan sin ningún tipo de anestesia que quieren acostarse conmigo, me da mucho reparo. Y sí, es un eufemismo de todo cuanto me ha dicho que quiere hacer conmigo.
El sábado opté por pasar de él, que no dejaba de insistir. La excusa del trabajo que teníamos pendiente me vino que ni pintada. Aunque eso no le impidió preguntarme más cosas, como cuál era mi postura favorita en la cama, si había hecho cruising alguna vez, si me excitaba que otros me vieran mientras me tocaba, etcétera. De darme una impresión sexy y seductora, volvió a parecerme baboso y adicto al sexo.
El poco interés que despertó en mí, se esfumó casi al instante. Pero no puedo negar que me sigue atrayendo.
Para desconectar un poco de todo el domingo por la tarde, me dediqué a revisar el catálogo de HBO. No muy convencido con lo que veía, me dio por investigar las críticas de guión. Hubo una que me llamo especialmente la atención, pues elogiaban lo natural que resultaban los diálogos, la buena expresividad en el tono y los movimientos de los actores, y los momentos clave de la historia. Era una serie muy atrayente, pero terminé por ver Future Man, solo por Josh Hutchinson. Sí, quiero ser bueno, pero no todo en la vida tiene que ser dedicarse en cuerpo y alma a la profesión que se escoge.
Luego, me puse en bucle varias canciones de Fall Out Boy mientras me entretenía con mis Sims. Me hacía gracia ver a mi avatar siendo el centro de la fiesta que organizaron en la casa mientras que Bebe Rexha coqueteaba con Zac Efron a espaldas de Adam Levine. Bendita sea la persona que sugirió que la comunidad pudiera compartir sus Sims, casas, edificios y demás. La imaginación que me dan esas “mini” personas virtuales, me fascina.
Antes de irme a dormir el domingo, estuve leyendo una novela que tenía pendiente de terminar. A pesar de que quería haberlo hecho antes, por los estudios, el trabajo y parte de mis agobios repentinos, me fue imposible. Lo bueno, es que lo conseguí justo a la hora que me había propuesto para evitar que me durmiera en las clases. Lo que no había contado era con que el final me dejase en vela un buen rato, incapaz de asimilarlo por completo.
En cuanto suena el despertador, remoloneo en la cama un rato hasta que gruño por lo bajo y me levanto. Es lunes, una nueva semana por delante y con unas ganas neutras de ir a clase. Solo quiero seguir en la cama varias horas más, pero me obligo a mover el culo. Desayuno, me ducho, me visto, recojo mis cosas y salgo de casa. En el transporte público tengo que apretujarme contra varias personas, para mi disgusto, pero se bajan unas paradas antes que yo.
Aún falta un cuarto de hora para mi primera clase, así que aprovecho y me tomo un café en un local cercano. No sé si se debe a que el estrés me hace querer más cafeína, porque siento que aún tengo los párpados pegados entre sí o porque el trabajo me termina afectando, pero me sienta genial. Me vigoriza. Recibo varios mensajes de Luna, diciéndome que hoy no puede asistir a clases y pidiéndome, por favor, que le deje los apuntes. Yo niego con la cabeza, divertido, y respondo que así haré. Me bebo lo que queda de café, pago y me marcho a la facultad.
En clase, a pesar de estar apuntando hasta las veces que respira el profesor, pienso en qué le habrá podido pasar a Luna. Solo espero que no haya sido nada grave y que me pueda comentar qué ha ocurrido cuando estemos en el trabajo…Si es que puede venir a trabajar. Parece que todos los alumnos están recogiendo sus cosas y marchándose, así que empiezo a hacer lo mismo. No tengo ganas de llegar tarde a ningún sitio y perderme las explicaciones del resto de asignaturas. Antes de cruzar el umbral de la puerta, susurro un adiós al profesor, que está concentrado en su ordenador.
Mientras camino por los pasillos, saco mi teléfono con intenciones de informar a Luna, pero me llegan varias notificaciones de Elio. Pongo los ojos en blanco mientras abro la conversación. Me dice que está perezoso, que no tiene ganas de seguir con las clases. Hasta me propone hacer pellas. Y, para intentar convencerme antes, me manda una foto suya. Sin camiseta, y solo con la parte inferior de un pijama que se le pega al cuerpo. Tan fija tengo la mirada en la pantalla que me choco con alguien. Y, como si esto fuera una película de domingo por la tarde, resulta que es Álex. Él no tarda en darse la vuelta, justo cuando yo estoy maldiciendo mentalmente a todo cuanto conozco. El destino, el universo, la vida, el karma. Ninguno se salva.
—Ten más cuidado —dice, levantando las cejas.
—P-p-perdón —me obligo a disculparme, en tono bajo—. Estaba… con mis cosas…
—Eres Saúl, ¿verdad? El compañero de Luna.
Eso me descoloca. ¿Me conoce, pero no recuerda mi nombre, o ha sido su manera de interrumpirme? De cualquiera de las maneras, yo asiento con algo de miedo. Por si acaso, me guardo el móvil.
—Pues lo dicho: ten más cuidado la próxima vez.
—Estaba con mis cosas —replico, molesto.
—Estabas mirando tu móvil antes de chocar conmigo.
¿Es que estaba atento a mí o algo? Aprieto con fuerza mis dientes y le miro con odio, aunque él ni se inmuta. Además, no tengo por qué decirle nada.
—Vale. Tendré cuidado —mascullo antes de ponerme a andar a paso ligero hasta llegar a la siguiente clase.
Supongo que quería decirme algo más, pero prefiero hacer oídos sordos a todo cuanto me diga. Solo le prestaré atención cuando me encuentre en el trabajo y él aparezca para tomarse algo.