Portada de Voy a quedarme en el que se muestran dos chicos con una tierna mirada detalle
Fotografía de Dario Cavero (@dario.cavero), Alex Peñas (@alexpg2) e Isma O'Sullivan (@_osullivan_)

Capítulo 8 – Álex

Mientras ojeamos la carta, la misma camarera viene y nos anota las bebidas. Alicia opta por agua mientras que yo escojo una Soda Ramune de fresa. Desde que descubrí estos refrescos que se “activan” con una canica, siempre que puedo me pido uno. Unos minutos después, nos deja las botellas sobre la mesa y pedimos nuestra comida. Las personas entran y salen del local, pasando a nuestro lado prácticamente. Si una cámara se centrase en esas personas, los espectadores podrían pensar que la acción principal necesita un respiro. Se podría poner voz en off, al menos unos pocos segundos.

Alicia y yo empezamos a hablar un poco de todo hasta que nos llega la comida. En ese momento, ninguno de los dos tenemos ganas de tener conversación alguna. Ella disfruta de su arroz con curry y pollo teriyaki; yo, de mi yakisoba con salmón a la plancha. Y ambos damos buena cuenta de las croquetas de calabaza y el edamame. Mientras mastico los fideos, pienso en lo importante que debería ser la comida en las películas y series. Apenas se le da importancia y, cuando nos fijamos, casi siempre caen en los mismos tópicos: amigos comiendo comida basura, una familia cenando en casa, una pareja teniendo su primera cita en un restaurante de categoría, …

En cuanto terminamos, la camarera nos retira los platos y nos deja en su lugar la carta de postres. Alicia me mira con el entrecejo fruncido.

—¿Qué ocurre? —le pregunto.

—Podrías haberme dejado un cacho de salmón para probarlo —comenta ofendida. ¿Se enfada por eso?

—Y tú podrías haberme dado a probar el curry, ya que estamos.

—Si no te gusta.

¡Qué mentirosa! Yo adoro el curry.

—Qué cara más dura tienes —mascullo al tiempo que apoyo la cabeza sobre el brazo que tengo en la mesa.

Ella gira el rostro, molesta. Me parece que está sobreactuando. Dos chicos pasan cerca de nosotros, y creo reconocer a uno. Pero no les presto mucha atención. Esta actitud tan infantil por parte de Alicia me quita las ganas que tengo comerme un mochi. Sin embargo, cuando se acerca la camarera, ella pide el postre más caro que hay en la carta. Y cuando se lo traen, le da unos pocos bocados antes de apartarlo con la excusa de que ya no puede comer más. Yo, para mi desgracia, tengo que terminármelo. El tiramisú de matcha habría sido mi última opción de toda la carta. Hasta la especie de sopa de pasta de judías habría ido antes.