Mientras yo friego los platos que hemos usado, Alicia se va a su habitación para cambiarse. En cuanto termino, me pongo a revisar mis redes sociales hasta que ella me llama la atención. Al despegar la vista del aparato, abro los ojos como platos y babeo por dentro. Bueno, por dentro y por fuera cuando noto que un hilillo de saliva desciende desde mi labio hasta la barbilla. Se encuentra apoyada en la pared, en una postura que ensalza cada una de sus curvas. Y lleva puesto un conjunto de lencería de encaje negro.
Empieza a hacer un calor sofocante, por lo que me quito la camiseta, las bambas y me voy desabrochando el cinturón a medida que camino hasta ella. En cuanto la tengo a unos pocos centímetros de mí, la cojo por la cadera y la elevo. Ella enrosca las piernas en mi cuerpo y la llevo hasta su habitación mientras deposito besos sobre su pecho. Termino tropezando con mi pantalón, pero justo en el momento en que quería tirarnos a la cama. Ni tan mal.
Comenzamos a besarnos. Acabo encima de ella vestido únicamente con mi calzoncillo.
—¿Cuánto hace que te lo has comprado? —pregunto con la voz ronca.
—Hace una semana —me responde, en tono juguetón.
—¿Y cuánto hace que querías que te viera con ello puesto?
—Hace una semana —repite, pegando su boca a la mía antes de empujar mi cabeza hacia su cuello.
Y más abajo.