Tres policías reciben el encargo de llevar a un preso que es deportado a su país al aeropuerto, solo que en el camino descubren que si toma el avión, este será ejecutado casi con toda seguridad. A partir de este momento, las dudas y los dilemas morales sobre si entregarlo o dejarlo en libertad, les acompañará durante todo el trayecto sacudiendo sus vidas.
Anne Fontaine dirige esta cinta cuyo argumento parecía un thriller policíaco cuyo inicio narrado desde puntos de vista diferentes –un poco a lo Jackie Brown– así me hacía pensarlo. Y nada más lejos de la realidad. Lo que tenemos es un drama social sobre tres agentes de policía, cada uno con su historia y un preso político perdido en un país cuyo idioma no conoce y cuya vida está en manos ajenas.
La decisión de narrar la historia desde el punto de vista de cada personaje ayuda a conocer el drama particular de cada uno y su realidad -que hay tras el uniforme de un oficial de policía- pero no entiendo por qué hacernos revivir los mismos acontecimientos desde la óptica de cada uno, más cuando por una parte los detalles no son tan importantes –al principio si me lo parecían al pensar que estaba ante un thriller- y por otra esto hace que la trama no avance al ver una y otra vez lo mismo. Luego, esta decisión narrativa es abandonada una vez recogen al preso y lo que sigue son los tira y aflojas entre los tres oficiales para decidir que van a hacer con el pobre desdichado.
Los actores están muy bien y prácticamente son los que sostienen la cinta. Virginie Efira como la agente de policía con crisis matrimonial es casi la protagonista principal y hace muy creíble su dolor y su soledad a pesar de vivir en pareja, Omar Sy –que saltó a la fama con Intocable- está bien –como nos tiene acostumbrados casi siempre- en el papel del chaval graciosete y ligón que es solo fachada y tras la cual también se esconde un drama personal.
Grégory Gadebois es el tercer agente en discordia y la nota discordante con respecto a los otros pues es más evidente que su vida no le gusta y que es más de acatar las normas sin cuestionarse la autoridad. Cerrando al cuarteto tenemos a Payman Moaadi, actor de origen iraní que interpreta al preso y cuyo papel es más físico que el del resto pues ante la incapacidad de poder comunicarse basa toda su interpretación casi en su mirada, la cual oscila entre el dolor, la desesperación, el miedo y la incertidumbre de no saber que va a ser de el.
Un drama policial con mucha vocación de denuncia que se hace pesada en su inicio, luego gana algo de interés cuando surge el conflicto, pero que se hace redundante y pesado. Para colmo su desenlace a todas luces inverosímil, no consigue ese punto de dramatismo que la directora busca, tal vez por lo forzada de la situación y al final uno no sabe cual era la intención de la directora con ese “happy end” tan buenrollista tras tanta penuria junta. Tal vez sea mejor la novela en la que se basa.