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Susphyria

Capítulo 8 – Daniel

Una fotografía de Dario Cavero (@dario.cavero)

Abrió la puerta y la seguí adentro. Era como entrar en una película. Una realidad paralela. Si el exterior era todo un espectáculo, esto era otro nivel. Chicas sacadas de portadas de revista. Tíos fornidos, los típicos modelos de Calvin Klein. Muchos iban disfrazados, pero otros no. Una gran parte iban colocados, y otros por poco se arrancan la ropa delante de todos. Había alcohol por todos los lados. Si no supiera que esta gente es rica, diría que han saqueado algún bar. Creo que tenían toda variante de alcohol que desearas sobre esas mesas de aquel salón tan victoriano. La casa entera era una mezcla entre moderno y antiguo, aunque solo había luces y nada de una decoración barroca, la casa hacía el resto. Era impresionante.

— No sé qué prefieres, si ginebra o ron, así que te he traído los dos.

— Whiskey.

— Bueno, no tengo tan buen gusto como pensaba. Ven y sírvete tu mismo.

Al ver que no me movía, me agarró del brazo y tiró de mí en lo que parecía ser una cocina. Había cuencos de snacks y también brownie de marihuana. Lo deduje por el olor que desprendía, algo me decía que llevaba algo más.

— Aquí tienes.

Cogí el vaso que me tendía y la seguí de nuevo hacia un sitio más arrinconado. Había una mesa en el centro y varios sofás ya ocupados.

— Chicos, ¿os acordáis de Dani?

Bebí un trago del contenido de mi vaso. Whiskey del caro. No tenían mal gusto. Paseé la mirada por los ocupantes del sofá y mi corazón se quedó paralizado.

Óyeme bebe,

Yo te tengo que decir,

Es que hay algo en tu piel que me provoca…”

No era la primera vez que escuchaba esa canción. Pero justo en ese momento, esta adquirió un nuevo significado. Ella estaba sentada en el regazo de un tío. Deduje que era su novio, era el mismo que aparecía en sus fotos.

Llevaba un vestido muy corto. Una provocación de infarto para todo aquel que la miraba. Estaba sonriéndole a él, y no se percató de que estaba mirándola.

— Ella es Serena.

La otra chica de la foto. Ya tenía las tres amigas localizadas.

— Yo soy Gonzalo— se levantó y me tendió la mano. Me pareció muy majo.

— Ellos dos son Amelie y Alex.

— Soy Dani.

Entonces vi como giraba la cabeza lentamente. Vi como se le aceleraba el pulso. Abrió la boca para decir algo, pero parece ser que se quedo sin palabras. En vez de eso se mordió el labio. Me acerqué a ella y a su novio.

— Que pasa tío, qué tal.

Le di la mano y vi como ella se ponía en pie. No sin antes ver que no llevaba ropa interior. Igual que el primer día que la vi. Me acerqué a ella y le susurré con cierta picardía.

— Dani.

Lentamente, deposité dos besos a modo de saludo. Ella no se movió. Estaba como petrificada. Vi como su pecho subía y baja a un ritmo anormal. Olía a sexo y tierras lejanas. Atisbé incienso y madera, también canela y rosas de Arabia. Vi como sus ojos se agrandaban y como pequeñas gotas de sudor y purpurina se deslizaban por su cuello. Fije mi mirada en sus ojos y sentí como que el mundo éramos solo ella y yo.

La canción seguía sonando, y yo sabía que expresaba lo que nosotros no podíamos decir con palabras.

— Amelie.

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