Pero eso ya pasó. Ahora estoy en un vagón que se detiene justo cuando salgo de mi ensoñación. Al darme cuenta de que debo bajarme en esta parada, me quito los cascos y avanzo entre el gentío. Tras salir a la calle, camino unos cuantos metros por el recinto universitario de la UAB. No tardo mucho en ver el edificio, por lo que me detengo a admirarlo. Ante mí se encuentra aquello por lo que he luchado tanto, la facultad de Ciencias de la Comunicación.
Sin perder ni un segundo más, retomo mi caminata y llego hasta la puerta principal. Me mezclo entre los estudiantes, sin llamar la atención. Total, mi conjunto tampoco es que lo haya escogido para destacar. Tengo que localizar el aula donde se imparte mi clase de “Narrativa Audiovisual”, por lo que saco el horario que conseguí imprimir. Dicen que los que estudian por la mañana son unos privilegiados, pero solo con ver las ojeras que presentan muchos de nosotros, siento que es un mito.
Mientras camino por la facultad, miro de reojo a todas partes. Intuyo que algunos estudiantes se reúnen entre sí para discutir sobre las dificultades del semestre anterior, o para quejarse de que les ha tocado a alguien del profesorado que no deseaban volver a ver. También veo a un chico y una chica magreándose de manera grotesca. ¿Se demuestran amor, o quieren provocar náuseas a aquellos que están solteros?
No tardo mucho más en llegar a la clase. Me sorprende ver que no hay muchas personas ocupando los asientos a pesar de que quedan tres minutos para que empiece, según el horario. Mirando detenidamente, no sé si colocarme en primera fila, en el final o por la mitad. Si hago caso a los memes que he visto por las redes sociales, lo mejor sería hacerlo lo más cerca posible del profesorado, para así no perderme nada de lo que explican. Sin embargo, tampoco quiero parecer desesperado, así que escojo la segunda fila, en todo el centro.
Justo cuando compruebo la hora, observo a un hombre que ha dejado varias cosas en la mesa. Al apuntar varios conceptos en la pizarra, una marabunta de alumnos entra en la clase. Distingo que niega con la cabeza, sin dejar de escribir. Al ver que algunos de mis compañeros sacan sus portátiles, yo hago lo propio con el mío: es nuevo, y le he dado poco uso (cortesía de mi padre por mis resultados en la selectividad y demás). No tarda mucho en encenderse, por lo que abro el programa para mis apuntes y anoto todo cuanto ha escrito el profesor mientras él se presenta.