-Deja de babear por él.
-No babeo por él Amelie, y deja de decir esto.
-He de reconocer que el señor Said está pero que muy, muy bien.
-Es un profesor Amelie.
Ella como siempre, si no me dejaba en evidencia no era Amelie. Se giró con sus piernas perfectas hacia mí y me sonrió.
-Eso le da más morbo al asunto.
-No seas estúpida.
Amelie tenía razón. El nuevo profesor era mucho más joven que todos los que tuvimos hasta ahora. No se que edad tendría, pero por como venía vestido, bien trajeado, rondaba sus treinta años. Tenía el pelo atado con una cinta de cuero, y llevaba las típicas gafas de pasta que llevan los bohemios.
Además, nunca le faltaba su maletín de cuero. Y siempre, siempre olía a esencias exóticas, me recordaba mucho al desierto, a Arabia.
No era muy bienvenido en este instituto, dado su origen musulmán, pero, como era uno de los mejores en su área, no tuvieron más remedio que aceptar ese origen “hippie-moro.” Creo que era la única clase a la que atendía. Era fan de la historia del arte, pero este señor me hacía querer dedicarme a ello el resto de mi vida.
-Muy bien chicos, como sabéis todos, este curso es muy importante para vosotros, sobre todo para aquellos que quieran dedicarse al arte. Me gustaría crear un pequeño grupo para esas personas, de esa manera estudiaremos en profundidad algunos conceptos que no estamos dando en clase. Voy a poner este folio en el tablón de anuncios y todo aquel interesado que se apunte.
-Dudo que alguien se apunte señor Said.
No parecía haberle afectado el comentario de Alfred. Al contrario, se giró y miró curioso al sujeto que soltó semejante barbaridad por todos.
-¿Por qué piensas eso Señor Alfred?
Ese engreído miró a su grupito de chulos antes de contestar.
-El arte es para los perroflautas, no para los empresarios.
Obviamente la clase entró en un silencio sepulcral, salvo por las carcajadas del grupito. Yo sentí lástima por él, quería levantarme y decir que a mi si me interesa, es más, vi como Amelie me animaba con la mirada, pero me dio muchísima vergüenza.