Buena parte de los vinos que beberemos en 2021 tendrán su origen en la cosecha 2020, una añada que los amantes del vino recordarán por un odioso inquilino: el mildiu.
La combinación de la alta pluviometría con las elevadas temperaturas primaverales obligó a estar muy atentos en el viñedo para intentar contener la acción de los hongos y mantener a raya el vigor de las plantas. La maduración empezó pronto (2 o 3 semanas antes de lo habitual) debido a las temperaturas suaves del invierno, pero acabó tarde, pues tras las lluvias primaverales llegó un verano de sequía severa que descolocó a muchos productores. El desconcierto entre las vides fue tal, que algunas bodegas llegaron incluso a vendimiar las uvas tintas antes que las blancas.
Según los sumilleres de Vinissimus los vinos que beberemos el próximo año serán expresivos y con carácter, aunque muy distintos entre ellos dependiendo del grado en que el mildiu haya afectado a la cosecha. Las variedades de maduración más temprana han sufrido para mantener el equilibrio entre el grado alcohólico y la madurez de pieles y semillas, debido al exceso de calor veraniego. Las más tardías, beneficiadas por un ambiente de final de maduración más fresco, han culminado el proceso con mayor éxito. En conjunto, debemos hablar de 2020 como de una añada compleja y heterogénea. El volumen de la cosecha ha sido significativamente menor, pero la uva recolectada llegó a bodega pletórica.
Notas ácidas y con más aroma
En cuanto al mildiu, aquellos que consiguieron eludir el hongo (el mildiu se impuso con frecuencia) y recolectaron la uva en el momento acertado, han obtenido un fruto de buena calidad, con gran equilibrio entre acidez y aroma, así como con estructura para mirar al futuro con confianza. No obstante, algunas bodegas han perdido más de un 50% de la producción, y aquellas variedades más sensibles al mildiu se han echado a perder, prácticamente, por completo. En las plantas dañadas por el parásito la maduración de la uva es más heterogénea y, cuando la afectación es más incipiente, las uvas no crecen correctamente pudiendo, incluso, llegar a secarse del todo.
El impacto del mildiu se ha dejado sentir en zonas en las que hasta ahora no había tenido prácticamente incidencia. Sin embargo, en los viñedos plantados a mayor altitud, el frescor de las noches y la menor humedad ambiental han ayudado a mitigar su efecto. Las zonas más próximas a grandes masas de agua y, por tanto, más húmedas, han sido las más maltratadas por el mildiu. Algunas regiones catalanas, por ejemplo, han perdido la mitad de la producción, siendo la viña ecológica la más castigada, pues sin el empleo de fitosanitarios, controlar la presión fúngica es mucho más complicado.