«El arte de volver»: Sin noticias del futuro

Muchas veces cuando regresamos a un lugar que conocemos, que sentimos como nuestro, pero al que no hemos acudido en mucho tiempo; nos invade una sensación de melancolía e incomodidad. En ese lugar, el tiempo ha pasado más rápido que donde nos encontrábamos nosotros. El decorado es similar pero las sensaciones son distintas. Sentirte como un extraño en tu propia casa.

Noemí, la protagonista de El arte de Volver (2020), ópera prima de Pedro Collantes; pertenece a ese grupo. Después de seis años en Nueva York regresa a su casa, pero los instantes  retratados en la película a través de sus primeras 24 horas en su ciudad no son tan familiares y compresibles como, a priori, deberían ser.

El camino que recorremos como espectadores es caminar al lado de Noemí (Macarena García) acompañándola en sus distintos encuentros con una amalgama de personajes secundarios. Conversar con su abuelo en el hospital, pasear por el parque con su mejor amigo, charlar en casa con su hermana o visitar la exposición vanguardista de una amiga.

Todo ello envuelto en una languidez permanente, en una atmósfera intimista y bucólica que recuerda a Éric Rohmer o a nuestro Jonás Trueba. Caminar, pensar, hablar sobre el futuro, el pasado y el presente. Collantes es consciente de la película que quiere entregar, pero se pierde en el envoltorio y las escenas se alargan incomprensiblemente en el tiempo sin saber a dónde se quiere llegar. La mayoría de los diálogos suenan impostados y chocan con la sensación de naturalidad que se refleja en los escenarios, el tono poético cae a menudo en la pedantería y los conflictos personales de Noemí se diluyen mientras avanza el relato.

Su película de escenas es demasiado reiterativa e irregular, debido a que algunas conversaciones encajan mejor en la calidez de la ficción que otros. La aparición del personaje interpretado por Ingrid García-Jonsson es una bocanada de aire fresco, haciendo que la conexión entre ambas protagonistas nos ofrezcan los mejores minutos de la película. En esas reflexiones sobre la capacidad del arte y en las decepciones de las amistades es donde la pureza de la narración encuentra verdaderamente su tono.

Un tono que se pierde entre las imprecisiones del personaje de Noemí para saber que quiere y cuando lo quiere. Dejando paso a una reflexión sobre la meta ficción errónea en su último momento antes de partir hacia la nada. La vuelta de Noemí será un camino de dudas, decepciones y desilusiones. Percibiendo que aunque el escenario sea similar, el interior de las cosas cambia, sin saber del todo si para bien o para mal.

Puntuación: 5/10