En Veredicto final, película de Sidney Lumet del año 1982, la apertura de la misma nos mostraba a un hombre mayor, llamado Frank Galvin (Paul Newman), frente a una máquina de pinball, absorto en su mundo, sin nada ni nadie alrededor, con la mirada perdida, cuya única rutina diaria era ver como esa bolita saltaba una y otra vez. Ahora, 37 años después, Carlo Sironi presenta en Sole(2019) a su protagonista de una manera similar, cambiando la máquina de pinball por una tragaperras y la madurez de Galvin por la bisoñez de Ermanno (Claudio Segaluscio); un joven sin futuro ni pretensiones cuya práctica cotidiana es gastarse el poco dinero que obtiene en una máquina tragaperras.
Debido a esta presentación, Sironi deja constancia de sus intenciones desde el primer momento. Oprime el espacio de la pantalla, gracias al formato 4/3, y nos encierra en el mundo austero, pobre y desesperanzador de Ermanno, al cual cargarán con una responsabilidad que no es capaz de gestionar por una remuneración económica. Su misión, cuidar a Lena (Sandra Drzymalska), una joven embarazada, inmigrante polaca, que dará a su bebé en adopción a los tíos de Ermanno. El joven será un hombre en sombras que transitaría entre el deber y los sentimientos contradictorios de la situación.
El cineasta refleja esta relación impostada entre los dos jóvenes, con un tono melancólico y desesperanzador; con una fotografía en la que los tonos fríos colman la paleta de colores de Gergely Pohárnok. El abismo que separa a los adolescentes y a los adultos se deja entrever por la puesta en escena llena de primeros planos, cámaras fijas y aire entre los personajes. En la relación entre estos chicos desconocidos entre ellos, se esconde una mirada gélida sobre la precariedad de los jóvenes; el concepto arraigado, casi intocable, de la familia en la sociedad italiana y la problemática de las leyes de adopción o gestación subrogada en el país transalpino.
Con la tosquedad y brusquedad del cine de Europa del Este como referencia, Sorini consigue en Sole un retrato fiel de la dificultad de los chavales para continuar, para alcanzar esa madurez que sea sinónimo de estabilidad. Sole se construye como el anverso sencillo de 4 meses, 3 semanas, 2 días, donde Cristian Mungiu tejía una radiografía crudísima de la incapacidad de poder cuidar a un hijo. Aquí, la salida a los problemas es la adopción a cambio de dinero, en lugar del aborto, pero las motivaciones y las emociones de sus protagonistas femeninas dialogan perfectamente.
En ese mundo frío donde Lena da luz a Sole no hay sitio para los finales felices y los cuentos de hadas. El peso de la realidad cae sobre los hombros de los jóvenes, por lo que todo indica que el futuro que le espera a Ermanno es una fotocopia del de Frank Galvin, ese abogado debilitado que aporreaba una máquina recreativa en Veredicto Final.