«Las niñas»: La hipotética modernidad

En la última década, en el cine español se van creando las bases de una nueva ola de cineastas, en su mayoría mujeres, que en sus óperas primas abordan la temática de mirar hacia atrás, de reconstruir sus recuerdos de infancia o adolescencia. Varios ejemplos pueden ser Blog de Elena Trapé (2010), Verano 1993 de Carla Simón (2017) o la reciente La Inocencia de Lucía Alemany (2019), en todas ellas las cineastas trazan una especie de autobiografía dando valor a sus vivencias pasadas.

Gracias a Las Niñas, su directora Pilar Palomero se enmarca de lleno en este grupo de nuevas voces viajando a la Zaragoza de la década de los 90.

Aquí, el ensayo de un coro en un colegio de monjas, será el prólogo de la historia de varias niñas, y de una en concreto, Celia (Andrea Fandós), a la que veremos madurar y crecer ante nuestros ojos.

Tanto el formato de 4/3 como su fotografía caduca, añeja logra adentrarte en una época pasada, pero toda la composición visual de la película está supeditada a esas niñas del título; con sus herramientas formales Palomero pega la cámara a sus crías y se olvida de los adultos, a los que deja fuera del encuadre la mayor parte del tiempo.

Sus recuerdos, sus emociones e intereses son para esas chicas que crecen a una velocidad vertiginosa acercándose a una adolescencia compleja y llena de preguntas sin respuesta.

Los ojos de Celia, el pilar fundamental de la película, se apoderan de la pantalla como antes solo lo hicieron los de Ana Torrent en El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), esa mirada de inocencia que está a punto de caducar. Y aunque la inocencia tenga fecha de caducidad, las protagonistas se encuentran con una almagama de contradicciones morales en un colegio de monjas donde la educación sexual todavía era tabú.

De ahí que uno de los subtextos más atractivos de la película sea la capacidad de la cineasta para advertirnos de la opacidad de la educación en una década ya aparentemente moderna, donde la televisión te colmaba de anuncios de preservativos (la campaña del Póntelo, pónselo) pero donde nuestra profesora todavía no comprendía cómo podían existir las madres solteras o el sexo antes del matrimonio.

Esas tensiones familiares y sociales, que son tan difíciles de plasmar de manera veraz y real,  dotan de atrevimiento a la película y a su creadora. Por eso Las Niñas, flamante ganadora de la Biznaga de Oro en el reciente Festival de Málaga, es un ejercicio de inteligencia sobre lo que éramos y lo que pretendíamos ser en una época pasada. Desembocando en un epílogo admirable en el que se refleja, casi sin palabras y con una puesta en escena de técnica desbordante, la capacidad de dar (o quitar) voz a esas niñas y, por ende, a toda una generación.