Una de las cualidades más atractivas del lenguaje cinematográfico es la de poder romper, moldear y ajustar al antojo del autor la forma de presentar o plasmar las ideas en la pantalla, la capacidad de jugar con la estructura narrativa cambiando el orden lógico de los acontecimientos. Todo depende de la perspectiva. En Solo las bestias, Dominik Moll adapta junto a Gilles Marchand la novela de Colin Neil, y lo hace con una estructura “rashomonica” donde el trabajo de los flashbacks es parte fundamental del relato. Aparentemente, estamos ante un thriller sobre una investigación policial de un asesinato, en un remoto pueblo nevado de Francia (donde todos se conocen), pero Solo las bestias transciende de esa investigación y se torna en un relato sobre las debilidades humanas, el deseo carnal y la importancia del elemento azaroso en nuestra vida diaria.
Al igual que Alejandro González Iñarritu en Babel (2006) el cineasta establece una conexión entre cinco personas distintas en diversos continentes (el africano y el europeo) tejiendo una red de relaciones personales que ira desgranando mediante los ojos y la visión de cada uno de los protagonistas, dando lugar a un relato inteligente que se construye como un puzle gigante. Y a medida que ese puzle crece, el concepto de thriller de la primera parte de la película irá decayendo dando lugar a una radiografía dramática sobre los deseos de los protagonistas. La investigación pierde fuerza y los subtextos de la película evolucionan dando cabida a que nuestras “bestias” tomen el control de la imagen y sean las conductas inmorales del ser humano las verdaderas protagonistas de la película.
Y las bestias hacen y deshacen a su antojo, pero sin tener en cuenta el elemento que les hace cambiar su vida y que escapa de su raciocinio. El azar, lo que no pueden manejar, tiene una importancia superlativa en este relato, al igual que en el Match Point de Woody Allen donde la pelota de tenis podía caer a un lado o al otro de la red, aquí el encuentro (de refilón) casual y fortuito puede llevar a una cascada de acontecimientos que escapan de nuestra compresión. Porque gran parte de nuestra vida depende del elemento azaroso de esta y Solo las bestias presenta esa idea constantemente. Una idea sutil, serena e incluso creíble durante todo el relato quitando el último giro final; donde los engranajes y el andamiaje de todo el puzle queda al descubierto por intentar rizar el rizo en demasía. Con todo ello Solo las bestias es una gran radiografía de las pulsiones humanas en la que su estructura, a modo de tela de araña, es lo más interesante e inteligente de la pieza.