«¿Dónde estás Bernadette?»: Buscando a Linklater

Richard Linklater se ha caracterizado por ser un artesano manejando el tiempo narrativo de sus películas, ya sea dilatándose hasta el límite de rodar durante doce años la misma película (Boyhood, 2014) o condensándose de tal manera que toda la acción dramática transcurre en una misma noche (Movida del 76, 1993). Por esta razón, sorprende que, en este caso, su recorrido no encaje tan brillantemente en la narración que propone y esté divague entre diferentes terrenos sin asentarse definitivamente en ninguno de ellos.

¿Dónde estás Bernadette?, adaptación de la novela de María Semple, narra la historia de Bernadette Fox (Cate Blanchett) una excelente arquitecta apartada del mundo profesional, y al mismo tiempo de la sociedad que la rodea, en búsqueda activa de sí misma. Sin rumbo en su hogar, llena de traumas y con una crisis vital galopante emprende un viaje hacia terreno desconocido como método de salvación. Y ese viaje está lleno de inesperados reveses que parece que hacen contagiar a la cámara de Linklater ya que el cineasta no consigue trasmitir un ápice de control narrativo en toda la película.

Durante la mayor parte del relato, se contempla a una mujer en lucha contra ella misma y el tono de la cinta camina entre la comicidad propia de la enemistad con sus vecinas a los pocos momentos de complicidad que comparte con su hija en su coche. Tan perdido y atacado como su protagonista parece su director tanto por el cambio de tono en las diversas escenas como –y lo que es peor- por sus desajustes en las formas de narración, ejemplo claro de ello es la puesta en pantalla de un documental de la exitosa arquitecta Bernadette que no tiene ni sentido ni lugar en la acción dramática de la película.

Bernadette pasa de la histeria al arrepentimiento, de la calma al histrionismo, de la enajenación a la tranquilidad en un simple cambio de plano y lo que, al principio, parece una película sobre la búsqueda espiritual de una mujer en tonos cómicos se torna, en el último tercio, en un melodrama con la Antártida como telón de fondo. Y en este último tercio es donde la protagonista se encuentra pero el cineasta se pierde; absorbido por una atmósfera melodramática que encierra unos escenarios artificiales debido a la imperfecta utilización del croma donde sus personajes se mueven con total libertad como si la Antártida fuera su Seattle natal. Bernadette acaba descubriendo lo que parece buscar; pero el espectador que quiera reconocer al Richard Linklater capaz de medir los tiempos de sus narraciones con la precisión de un metrónomo, se perderá entre el hielo del continente antártico.